Como aficionado a la historia quiero contar algo que puede parecer anecdótico y algo sorprendente. En ocasiones, de manera fortuita, encuentro personajes históricos que no conocía, y también por casualidad y en corto espacio de tiempo, vuelvo a saber de ellos. Y lo curioso es que aparecen en el arte y la literatura antes que en las fuentes o tratados especializados. Esto y lo que sigue viene a cuento como introducción a este comentario.
Hace menos de un año, en la Galería
Doria Pamphili de Roma, disfruté de un cuadro, verdadera joya del museo, el
famoso retrato de Inocencio X, obra de Velázquez. En una sala próxima descubrí
el busto de Olimpia Pamphili, y la audioguía me informó brevemente de la
especial relación entre estas dos figuras históricas que despertaron mi
curiosidad. Tiempo después, hace algo más de un mes, asistí a una amena
conferencia coloquio de dos escritores jiennenses especializados en novela
histórica, Juan Eslava Galán y Emilio Lara, y vuelvo a encontrar
al papa Pamphili y a su cuñada, en una novela de éste último que de
nuevo captó mi atención.
Emilio Lara López (1968) es antropólogo, licenciado en
Humanidades y profesor de Historia en secundaria. Se reconoce amigo y discípulo
de Eslava Galán y en cierto modo la trayectoria profesional y literaria
de ambos tiene paralelismos. Ha participado en proyectos de la Real Academia de
la Historia y publicado numerosos ensayos históricos. En los últimos años ha editado cinco
novelas, la última es la que hoy nos ocupa.
Venus en el espejo (2023) es una novela histórica, o si
se prefiere una biografía novelada. Su principal atractivo, en mi opinión, es
la elección de un personaje femenino, justa reivindicación histórica y
literaria, pero relativamente desconocida y por tanto original frente a otras
mujeres importantes de la historia, cuyas figuras han sido abusivamente
glosadas por este tipo de literatura. Léase Cleopatra, Livia, Sissi y unas
cuantas más.
Olimpia Maidalchini (1591-1657), después Pamphili,
fue una joven inteligente y rebelde al destino conventual que le habían
dispuesto. Natural de Viterbo, adquirió posición social y fortuna en un primer
matrimonio, y poder político tras el segundo con el noble romano Pamphilio
Pamphili. Mediante sobornos e influencias consiguió elevar a su cuñado Giovanni
Battista al solio pontificio, con el nombre de Inocencio X. Por su influencia en la política y las
finanzas papales fue llamada la papisa. En realidad, los instrumentos que puso
en juego, nepotismo, regalías, bulas, sobornos y otras malas artes, eran
práctica habitual en la política vaticana del siglo XVII, pero no se toleraba
que beneficiaran a una mujer. Olimpia fue una figura contradictoria
porque junto a la ambición y el abuso de poder hay que destacar su mecenazgo
con artistas como Bernini y Borromini que sembró Roma de
monumentos y dio a la Plaza Navona su aspecto actual. También la protección de
huérfanas, viudas y prostitutas creando hospicios y casas de arrepentidas,
beaterios de arrecogidas que se decía en España. En fin, no debo dar más datos
para no arruinar la interesante y amena trama argumental.
Algo destacable en la novela es su
exhaustiva documentación histórica que llega en ocasiones hasta lo minucioso.
Así las pistolas Beretta en manos de los guardias suizos. Un arma que
todos asociamos con lo contemporáneo pero cuya marca de fábrica data del siglo
XV. O la Iglesia de Santiago de los Españoles hoy casi desaparecida y
con otro nombre. Porque además de las aventuras personales de donna Olimpia,
se nos ofrece un perfecto retrato social y político de la Roma barroca del
siglo XVII, su riqueza y su miseria, además de un paseo artístico y cultural
por sus calles que reconocerán los que hayan visitado la Ciudad Eterna. Un
retrato que se extiende a la política española e italiana de Felipe IV,
penúltimo de los Austrias españoles, en el principio del fin del imperio
español.
Tan solo una objeción en esta biografía.
Emilio Lara, llevado por su simpatía hacia la protagonista, en medio de
una bien detallada datación cronológica, omite los tres últimos años antes de
la muerte de Inocencio X. En ese periodo, agobiado por las denuncias, el
papa retiró su apoyo a Olimpia y la relegó de la política vaticana.
La influencia de Eslava Galán
se nota en el frecuente guiño a la complicidad del lector jiennense cuando
introduce nombres de personas o lugares de nuestra ciudad en personajes muy
secundarios o lugares de Italia y Roma. También en las notas de humor, como
esas prostitutas romanas que interrumpen la actuación con sus clientes para
rezar el Ángelus a las 12 del mediodía.
El primer capítulo comienza en el
final, al estilo de García Márquez. A partir del mismo, en única analepsis, se
retorna al pasado y desde la infancia de Olimpia se desarrolla la trama de
forma lineal hasta su muerte. Dada la relativa complejidad de los hechos
históricos se precisa de una correcta datación temporal y ubicación espacial a
comienzo de cada capítulo. Tras los primeros, obligadamente más largos por
descriptivos, la duración de los mismos se va acortando y convirtiéndose en
escenas que traslucen la clara intención de una posible versión al cine.
En el último tercio del libro se
introduce el personaje de Velázquez. Es la ocasión para potenciar la
ficción. Gracias a la dudosa datación del cuadro de la Venus del Espejo
supuestamente pintado en su segundo viaje a Italia, se urde toda una aventura
amorosa en torno al mismo que alivia el rigor histórico y fomenta la leyenda. El
narrador es omnisciente en tercera persona y el lenguaje muy claro y de
intención divulgativa.
En fin, me parece una buena novela histórica, amena y asequible para un amplio sector de aficionados al género. En mi caso, también la oportunidad de descubrir a un nuevo autor que añadir a la ya amplia nómina de escritores jiennenses.
Retrato de Inocencio X. Diego Velázquez
Retrato de Olimpia Maidalchini.
Atribuido a Velázquez
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