Soledad Puértolas (1947) es una escritora de larga trayectoria. Galardonada con viarios premios, es además miembro de la Real Academia Española. Su extensa producción literaria abarca sobre todo los géneros de ensayo, cuento y novela, y es colaboradora habitual en artículos de prensa. Con este prestigioso currículum parece sorprendente que no esté en la nómina de escritores españoles más reconocidos a excepción, claro está, del temporal destello de popularidad que pudo suponer su novela Queda la noche que fue Premio Planeta en 1989. En mi caso, este es el primer libro que leo de la escritora por encargo de mi club de lectura. Es por tanto un descubrimiento y mi opinión sobre el mismo tiene el sesgo o posible error de la muestra única. A tenor de lo que después comentaré, me parecería injusto aplicar en este caso el popular dicho “como muestra bien vale un botón”.
Historia de un abrigo (2005) está catalogada como novela.
De ser así, sería lo que se conoce como novela coral. Pero en este
subgénero narrativo, entre la multiplicidad de personajes, destacan uno o dos
como protagonistas y existe una trama argumental principal que es la línea
directriz de la obra. En nuestro caso, cada capítulo trata de un personaje y
una historia distinta. El nexo entre ellos es tangencial y no va más allá de
ser citados unos en los relatos de otros como familiares, amigos o simples
contactos ocasionales. Los personajes son como átomos que se mueven en el caos
y chocan, unos con otros, pero se repelen y no se unen formando moléculas que
integren un todo narrativo. En mi opinión esta obra no es una novela coral sino
una colección de cuentos. Esa distinción no es mi particular capricho
taxonómico, sino que tiene cierta importancia. En el primer caso debe haber
cierta continuidad en la lectura para asimilar la trama, y en nuestro libro
resulta exasperante no encontrarla y produce cierto grado de hastío. Los
cuentos en cambio, puede ser leídos por separado y distanciados en el tiempo
como relatos independientes, o seguidos pero desconectando de la historia anterior, y eso
permite una mejor asimilación de los contenidos y menor cansancio.
Los relatos nos hablan de orgulloso
aislamiento, de soledad, de ansiosa recuperación de la memoria materna, de los
frustrados sueños juveniles, de la inseguridad en uno mismo, de la
incomunicación con la pareja, de las pequeñas decisiones que pueden cambiar la
vida, de la sensación de abandono en la vejez. En general los personajes buscan un sentido
a la vida y solo la encuentran vacía de sentido. Se trata de una idea
existencialista, pero no es un existencialismo positivo porque no encuentra la
solución en ese construirse a uno mismo, día a día. Es más bien negativo,
nihilista, abocado a la depresión e incluso a las ideas suicidas.
Poco más queda por decir que explique
mejor el resumen de contraportada. Quizás sea como se dice allí, un retrato de
los valores morales de nuestra época. Lo cierto es que toda intención queda
difuminada en esta novela.
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