Hemos asistido en Jaén a una estupenda representación de Carmen (1875) del compositor francés Georges Bizet (1838-1875). Sobre esta ópera se ha vertido ríos de tinta, sus principales temas musicales forman ya parte del nuestro folklore y, pese a sus tópicos decimonónicos, es muy conocida y querida por el público español.
No voy a insistir demasiado en la trama argumental. Los amores entre la gitana Carmen, libre y amoral, prototipo de mujer fatal, y Don José, ingenuo y apasionado hasta la renuncia y la degradación. El contrapunto lo ofrecen Micaela que simboliza el amor puro y casto, casi sacro, y el torero Escamillo, orgulloso y fanfarrón.
Tampoco voy a empeñarme en detallar la ficha técnica de la obra ni sus características estructurales en orquestación y canto. Me limitaré a destacar algunas curiosidades en esos aspectos. Para empezar, esta ópera supuso una ruptura con tradiciones anteriores y como suele ocurrir fue de inicio un completo fracaso. Bizet era un músico bastante desconocido y su prematura muerte, algunos meses después del estreno, le impidió disfrutar del posterior éxito.
Carmen fue compuesta como una opéra-comique, un género musical francés muy parecido a nuestra zarzuela. Es de tono jocoso, suele tratar temas de actualidad y está dirigida a un público popular. Pero, sobre todo, se alternan los diálogos hablados con las escenas cantadas, en ausencia de recitativos, es decir, diálogos cantados. En nuestro caso, además de algunos solistas, los coros de cigarreras, soldados y contrabandistas y toreros se ajustan a los tópicos cómicos y populares. Pero los personajes de Carmen y Don José, si no son épicos tampoco tragicómicos. Su desgraciado amor y la fuerza del destino los convierte en protagonistas trágicos. No son aristócratas ni héroes, son populares ennoblecidos por su drama personal. Algunos han dicho que con esta ópera Bizet fue el precursor del verismo italiano, una corriente que introdujo en la ópera el naturalismo realista. Los compositores más famosos del verismo fueron entre otros Giacomo Puccini y Pietro Mascagni.
De otra parte, Carmen se hizo famosa por sus brillantes melodías en la orquestación y por la difusión en Europa de una visión romántica de España, la de Mérimée, aquella de charanga y pandereta tan criticada por Machado. Y a pesar de eso, el aria de la Habanera del primer acto y la Canción del toreador del segundo, forman ya parte de nuestro cancionero popular, aunque estén escritas en francés. Como curiosidad final, a pesar de los aires españoles que impregnan toda la música de Carmen, hay que señalar que Georges Bizet nunca estuvo en nuestro país.
Me centraré ahora en la representación de Carmen en Jaén. La versión que nos ofrecieron es una de las que se hicieron tras la muerte del compositor, que alterna recitativos con diálogos hablados. Corrió a cargo de la Hesperian Symphony Orchestra una agrupación de músicos, coros, bailarines y solistas, muchos de ellos de nuestra provincia, dirigidos por el director de orquesta Antonio Ariza Momblant. En los últimos años nos vienen deleitando con frecuentes actuaciones que agradecemos los amantes de la ópera.
La orquesta integrada por unos veinte músicos, algo más reducida que la prevista por el compositor, tuvo una magnífica interpretación, acorde con la brillante orquestación de la obra. El coro, muy equilibrado en el balance entre agudos y graves, destacó no solo en la polifonía vocal sino en las dotes de interpretación teatral. Una mención especial requiere el grupo de cuatro bailarines que en los intermezzos de los cuatro actos danzaron y zapatearon al son de aires flamencos.
En cuanto a los solistas los citaré por el orden de prelación que impone el libreto. Carmen fue interpretada por la mezzosoprano Laura Vila, la tesitura que requiere la energía de carácter del personaje, menos adecuado para los dulces agudos de una soprano. Pero precisa, además, una seductora sensualidad teatral que en su momento hizo desistir a muchas buenas cantantes. La nuestra resultó una excelente actora. En cuanto a Don José fue interpretado por el tenor Eduardo Sandoval que nos viene impresionando una actuación tras otra gracias a su potencia de voz capaz de imponerse a orquesta y coros juntos. La soprano Estela Vicente tuvo una muy buena interpretación en el papel de Micaela y brilló en poco más de tres arias. En cuanto a Ihor Voievodin en el personaje de Escamillo, me pareció más próximo a la tesitura de barítono que a la de bajo y tuvo un desempeño notable.
Para acabar, el público terminó encantado y una vez más demostró con nutridos aplausos el agradecimiento y la buena sintonía con esta agrupación musical que deseamos nos visite con asiduidad.
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