Esta
novela es sin lugar a dudas bastante singular y no sólo por ser la única que
escribió el escritor romántico Edgard
Allan Poe (1809-1849), de agitada y corta vida, gran maestro norteamericano
del relato corto, innovador e incluso pionero en algunos subgéneros tales como
los de terror, policiaco, o de ciencia-ficción.
“Las
aventuras de Arthur Gordon Pym”
se publicó inicialmente por entregas en prensa, algo muy típico de los
románticos en particular y de los escritores del XIX en general, pero después
se editó como libro en 1838. Se trata de un relato de aventuras marineras y
viajes. Este tipo de novelas era ya muy
popular desde los viajes exploradores
del británico Cook en el XVIII, y el interés se acrecentó en el siguiente siglo,
el de la expansión colonial británica, en el apogeo de la navegación a vela
cuando grandes extensiones del océano Pacífico, de África central, y de los polos, aún permanecían inexploradas y con el título de “terra incognita” en los
mapas. En esa época la Royal Geographical Society
de Londres, y otras sociedades geográficas, fomentaban y patrocinaban
los viajes de exploración que abrieron las puertas al moderno colonialismo europeo.
Desde el punto de vista argumental, Poe no fue original en esta novela. Al escribirla
se inspiró claramente en Daniel Defoe
(Robinson Crusoe) y en leyendas como
las del “holandés errante”, al tiempo que la suya pudo influir en otros
autores posteriores como R. L. Stevenson
(La isla del tesoro). Contiene todos los elementos habituales en este tipo de
relatos, viajes por mar, piratas, naufragios, exploración de islas misteriosas
con belicosos salvajes etc., si bien es verdad que el escritor le aporta su
peculiar estilo mediante detalles macabros como escenas de cruda violencia, canibalismo,
o cadáveres descompuestos, muy en línea
con sus cuentos de terror. Las descripciones son minuciosas y muy bien
documentadas; abundan las de naturaleza, flora y fauna, de islas exóticas. En
una de estas frecuentes disquisiciones se describe a la tortuga gigante de las
Galápagos, una especie que se ha extinguido hace pocos días tras la muerte del
último ejemplar. Llaman la atención los conocimientos marineros del autor
porque se sabe que sólo viajó por mar un sola vez en su vida y cuando era niño.
Se describen, entre otras cosas, los distintos tipos de navegación según los vientos,
la maniobra del pairo, o los peligros de una mala estiba de la carga en la
bodega de un barco. La trama argumental se desarrolla de forma trepidante pero
previsible hasta que la imaginación del autor se desborda, aparece una obsesiva idea de viajar siempre
en dirección sur y fenómenos misteriosos como el aumento de temperatura del
agua marina conforme los viajeros se aproximan a las regiones antárticas. Pero
sobre todo, nos damos cuenta que a pocas
páginas del final es imposible que pueda desarrollarse un desenlace coherente
como suele ser, en casos de viajes lejanos, el retorno al mundo civilizado. En
esto radica precisamente la originalidad de la novela, en un final brusco,
extraño, misterioso, sombrío, y prodigioso, que con todos estos términos ha
sido calificado. Se le han dado múltiples interpretaciones desde el punto de
vista simbólico y psicoanalítico, y por
esto despertó el interés de los escritores surrealistas. Yo me atrevo a
imaginar algunas otras razones más
prosaicas; aunque reconozco que mi opinión es arriesgada, subjetiva, y sin ningún
fundamento documental. Dado el carácter melancólico, alucinado, e imprevisible del
escritor, acentuado por sus hábitos tóxicos, y en el contexto de una novela por
entregas, bien pudiera ser que se hubiera quedado sin un desenlace lógico
después de una trama con nudo argumental enrevesado, y hubiera recurrido a un
final brusco del tipo “Deus ex machina”
de las antiguas tragedias griegas, que resolvía de golpe el embrollo argumental. De cualquier forma, es
este final extraño y supuestamente alegórico el que convierte a la novela en
singular, original y bastante discutible.
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