Hace tiempo que asocio de forma imprecisa este título con su autor, quizás
por  notas de prensa o referencias a
premios literarios, pero lo cierto es que ambos me fueron indiferentes en su
momento. Ahora, después de muchos años tras su publicación, la novela 
ha llegado a mis manos y me alegro de esta lectura tardía  porque un libro no madura y mejora con los años, como un buen vino, pero el lector maduro suele
disfrutar, más  y mejor, las cualidades y
matices de un buen libro. 
          Se trata, sin duda, de una estupenda
novela histórica, editada a principios de los 60 del pasado siglo cuando este
subgénero literario aún no se había popularizado tanto como en la actualidad.
Por aquel entonces eran muy conocidas las novelas del finlandés Mika Waltari,
entre las que destacaba “Sinuhé el egipcio”, todo un clásico. Bomarzo (1962) fue la gran novela de Manuel Mujica Láinez (1910-1984), la
que lo hizo famoso entre toda su abundante producción literaria en la que
destacan otros géneros como ensayo, biografía, cuento, y crítica de arte,
además de las novelas. 
          Durante un viaje a Italia en 1958, el
escritor argentino visitó  éste  pequeño pueblo que da título a la obra, cerca
de Viterbo y de Roma, y allí quedó impresionado por unos jardines conocidos
como “Parque de los  Monstruos”, de enigmáticas construcciones y
estatuas grotescas, construido en el siglo XVI pero muy diferente a los
tradicionales jardines renacentistas italianos cuyo ejemplo más paradigmático es  la  Villa
de Este en Tívoli. De aquí 
surgió la inspiración de su novela, de compleja y ardua
elaboración,  precedida de un largo
proceso de documentación histórica. 
          El argumento narra la vida de Pier Francesco Orsini, duque de
Bomarzo, perteneciente a una noble familia romana, de  cuya historia real existen pocos datos y por
esto mismo resulta el personaje ideal para ser 
recreado por el escritor que le da una nueva vida, literaria pero  verosímil, rescatándolo así del anonimato. El
protagonista da pie para evocar a toda una serie de personajes históricos que
componen un impresionante fresco del Renacimiento italiano tardío, el del siglo
XVI, conocido allí como “cinquecento”. Todo un mundo de condottieros,
nobles intrigantes, papas corruptos, bufones, artistas, mecenas, en el que se
aplicaba el principio maquiavélico de “el fin justifica los medios”  y por ello abundante en asesinatos, traiciones,
lujo desmedido, nepotismo etc. Una Italia dominada por las grandes familias
nobiliarias, los Orsini, Colonnna, Gonzaga, Farnese,
Medici, que luchaban entre sí, establecían alianzas matrimoniales,
ambicionaban el solio pontificio y las dignidades eclesiásticas, se
traicionaban cuando convenía, y apoyaban a franceses o imperiales en sus
pretensiones de dominar  el complicado
mosaico de  ducados, reinos ,y ciudades
independientes  de la península italiana.
          Pero Bomarzo no  es sólo una novela  histórica 
sino  que el aspecto fantástico es
un componente fundamental de la narración. Los paisajes brumosos, las antiguas
ruinas etruscas y sus misteriosas tumbas, los castillos con pasadizos y cuartos
secretos, los astrólogos, alquimistas, y cabalistas que rodean al
protagonista,  son  elementos 
decisivos a la hora de aumentar 
la intriga  del relato en una
línea que recuerda algo a los románticos. 
El propio protagonista se reviste de ese halo fantástico ya que  narra 
su vida  en primera persona  y en pasado, porque es el relato de un
muerto, pero en muchas ocasiones se dirige a nosotros desde el presente  dando a entender que  ha conseguido la inmortalidad por
reencarnación que le auguraba su horóscopo 
de nacimiento. En las páginas finales se aclara el misterio; se trata sí
de inmortalidad, pero de otro tipo. 
Mujica
Láinez declaró en varias ocasiones que quien quisiera   conocerlo debería leer sus novelas, y parece
cierto porque la obra tiene un fuerte componente autobiográfico ya que escritor
y personaje tienen bastantes puntos en común; el origen aristocrático, el
retiro a un villa con jardines, el gusto por el arte  y el coleccionismo de objetos extraños, la
afición por los temas esotéricos y la creencia en la reencarnación. 
          La novela está escrita utilizando un
lenguaje culto y preciosista, abundante en términos poco comunes e incluso
arcaicos (como ejemplo el verbo fincar: del latín-fincar = castellano–hincar  = echar 
raíces = radicar).  Los ambientes
se captan a la perfección gracias al talento descriptivo del autor en
particular en cuanto a obras de arte se refiere. En este sentido merece la pena
sacar de Internet los cuadros y esculturas que se citan en el texto y
compararlas con las descripciones 
minuciosas de las mismas. 
          En resumen una gran novela  en la que se mezclan a  partes iguales  realismo 
y  fantasía; el primer elemento  aporta la ambientación histórica y el segundo
la intriga y el misterio.
Para
terminar citaré  una anécdota;  En 1967 se estrenó  en Nueva York la ópera Bomarzo, con
libreto escrito por  Manuel Mujica Láinez
(un extracto del libro) y música de Alberto Ginastera. La obra fue prohibida en Argentina por la censura del gobierno militar del
general Onganía, que la tachó de inmoralidad. 
Dado que la novela  había sido
publicada en ese país y hasta premiada, el escritor declaró con ironía que lo
inmoral debía ser la música.

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