Este es mi primer contacto real con la obra de Luis García Montero (1958). Del poeta
granadino sólo conocía sus colaboraciones en prensa, en particular artículos de
orientación o crítica política que casi siempre me inspiraron algo de recelo, no
por oposición ideológica sino por adolecer en mi opinión de cierto radicalismo
que me recuerda olvidadas etapas juveniles de mi propia evolución política,
algo no casual si aclaro que somos casi
de la misma edad y coincidimos como estudiantes en Granada durante la misma
época, los años 70 a finales del franquismo y comienzos de la transición. Mi
opinión ambivalente sobre el autor se ha disipado en sentido positivo tras la
lectura de este libro.
En
nuestro escritor, poesía y compromiso político son facetas que resultan
inseparables en su quehacer literario. No es un caso aislado sino de ilustres
precedentes como Pablo Neruda, Miguel Hernández, Luis Cernuda,
y otros muchos que sin duda olvido ahora. En especial, Rafael Alberti parece
haber sido su principal inspirador y maestro. En los años 80, García Montero
se integró, junto a otros poetas granadinos, en un movimiento conocido como poesía
de la experiencia. No procede aquí profundizar en el análisis de esta
corriente poética y mi información al respecto, meramente divulgativa, tampoco
me lo permite. Por lo que deduzco de sus postulados, se trata de renunciar a la
parte más personal y subjetiva del poeta y relacionar sus sentimientos en el
contexto histórico que vive. En cierta medida el movimiento parece entroncar
con otros anteriores como la poesía social de los años 50.
Una
forma de resistencia (2012) me parece una obra a medio camino entre la prosa
poética y el ensayo. De la primera no solo es evidente la ausencia
de métrica y rima sino esencialmente el objetivo manifiesto de transmitir
sentimientos y emociones personales del poeta, además de un estilo con
evidente carga poética y un lenguaje
plagado de símiles, imágenes
metafóricas, paráfrasis, y otras figuras literarias. Del ensayo participa en
cuanto aporta una visión totalmente subjetiva en las reflexiones sobre temas de ética y política, también por el formato de
los micro-ensayos que recuerdan por su extensión el artículo
periodístico. A riesgo de equivocarme diría que se trata de una colección de
estos artículos, publicados o inéditos en prensa. Se puede argumentar en
contrario que todos son acordes con unas ideas directrices que se anticipan en
el título pero, si nos fijamos bien, esas ideas quedan bien formuladas en el
primero y último de los artículos, el resto de ellos manifiestan una cierta autonomía si los
sacamos fuera de contexto, del plan general de la obra.
En
cualquier caso, el poeta nos presenta su particular visión de los objetos que
rodean nuestra vida cotidiana como elementos que, de alguna forma, vertebran
nuestra personalidad. La memoria es la cuerda que los ata fuertemente a
nuestros afectos y sentimientos más íntimos. Las cosas que utilizamos de forma
rutinaria son también la expresión más clara de nuestras virtudes y defectos,
testigos mudos de dudas y certezas, guardianes fieles de nuestra estabilidad emocional
y también de pasadas asignaturas pendientes. En suma, esas cosas forman parte de
nuestras raíces sentimentales y nos ayudan a proyectarnos hacia el futuro. Conservarlas
junto a nosotros no es coleccionismo estéril sino una defensa de la memoria y
una forma de resistencia ante el inexorable paso del tiempo en nuestras
vidas.
Luis
García Montero pasa revista, en primera persona, a las cosas que integran o
se integraron a su biografía, las trata con mimo, como objetos de evocación o
reflexión personal, y nos hace cómplices porque nos aflora similares sentimientos
y emociones a los suyos, embellecidos y dignificados por una sensibilidad
poética que no se atasca en preciosismos literarios y penetra en nosotros
mediante un lenguaje claro y sencillo, acorde con la humildad de objetos como
bolígrafos, escobas, o despertadores. A través de los mismos el poeta nos
muestra su evolución desde la rebeldía ilusionada de la juventud hasta el
escepticismo de la madurez y, entre estos dos polos cronológicos, sus pocas
certezas residuales, sus contradicciones, sus manías e ilusiones, los recuerdos
nostálgicos de su Granada natal, y también su compromiso, a veces en exceso
militante, cuando expone de forma tangencial sus ideas sobre política, religión, o diversas
cuestiones de plena actualidad.
En
resumen, esta colección de ensayos escritos en prosa poética termina por ser
una autobiografía intimista del escritor, yo creo que bastante honesta y
sincera, que oculta poco, o muy poco, de su personalidad. Un libro de agradable
lectura.
Lo primero que he leído de él, no he leído ninguno de los artículos de los que mencionas. El libro se lee bastante bien y los sentimientos que expresa en ocasiones están compartidos, al menos conmigo.
ResponderEliminar¡Muy buena reseña!
Poco puedo comentar de este libro, pues ni siquiera tenía noticias de él. He leído la entrada y creo que, efectivamente, los objetos que rodean nuestra vida cotidiana vertebran nuestra personalidad. ¡Miedo me da!, porque soy de esas personas que de vez en cuando, cada vez más a menudo, me deshago sin contemplaciones de multitud de objetos. Soy terrible a la hora de hacer “limpiezas”. Sin embargo, no sé muy bien por qué, hay objetos que se “salvan” una y otra vez y permanecen junto a mí desde tiempos "inmemoriales" y créeme, al menos conscientemente, no les tengo especial apego.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Esa mismas que dices son, entre otras, las sensaciones del poeta y de todos los que hemos leído el libro. Lo que pasa es que él lo relata de forma poética y queda muy bien. Un abrazo.
ResponderEliminarYa sabes, don Lope, que no me pierdo ninguna de tus reseñas en este blog. Siempre aprendo mucho de tu visión personal de los libros cuya lectura compartimos y veo que esta vez te ha salido un comentario un poco más subjetivo que otras veces. Gracias por dejarnos leer tus impresiones.
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