La novela
es un género muy versátil que asociamos con
frecuencia a fantasía, dramatismo, aventura y suspense. Pero en ocasiones, sin
merma de esos elementos esenciales en la narrativa, puede ser además un buen
motivo de reflexión y ese parece ser el caso de ésta que comentamos. No debe extrañarnos si valoramos la formación
filosófica de su autor, el escritor asturiano Ricardo
Menéndez Salmón (1971), o consideramos la ambientación del relato. En
efecto, el nazismo, y la crueldad sistemática que generó, siguen provocando
asombro y cualquier ficción enmarcada en
ese entorno resulta, cuando menos, inquietante y sitúa al lector entre la incomprensión y la repulsa ética.
La ofensa (2007) es la historia de Kurt, un joven
alemán cuya estable vida burguesa queda bruscamente truncada con su
movilización militar en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Asistiremos con él a la invasión de Francia, también a su personal
metamorfosis, la de un pacífico sastre y músico sensible convertido, por obra
de la guerra y la disciplina militar, en cabo de las tropas SS que asume su
nuevo rol arropado por el patriotismo y la eufórica moral de triunfo que
propicia la propaganda oficial. Todo se derrumba cuando se enfrenta
directamente al horror, y ese impacto brutal lo traumatiza de tal forma que
provocará una serie de efectos sucesivos que lo conducirán al sorprendente final.
El relato tiene un desarrollo lineal
en el tiempo; se inicia, como se ha dicho, en 1939 y se extiende hasta 1941 en
la Francia ocupada. Con el desenlace asistimos a un salto temporal, hasta 1946
en el Londres de posguerra. Está contado en tercera persona y la trama
argumental es simple y directa porque se centra esencialmente en el
protagonista y muy pocos personajes. La narración se sustenta en un conjunto de
elementos que nos hacen evocar el conceptismo antes que la exuberancia barroca.
Entre ellos cabe destacar la sobriedad de la técnica, la expresión concisa, la
profundidad y elegancia del lenguaje. También el uso de la elipsis narrativa y
la precisión descriptiva que sugiere más que explica.
Y a pesar
de esa austeridad de recursos
literarios, o quizás por ello, la historia nos atrapa de principio a fin,
porque es inquietante en sí misma y por el ambiente que la rodea. Mientras nos
adentramos en la trama nos asaltan dudas y preguntas que el narrador plantea hábilmente mediante una serie de
reflexiones éticas y filosóficas intercaladas en la misma; ¿Cuál es la ofensa?,
¿la provoca o la sufre el protagonista?, ¿puede el miedo y el horror insensibilizar o hacer perder la razón? Conozco
dos respuestas literarias a esta última cuestión; el joven Kurt padece
el primer efecto, en cambio el señor Kurtz - El corazón de las tinieblas- o su versión cinematográfica, el coronel Kurtz
en
Apocalypse Now, enloquecen ante el horror.
La novela suscita otras muchas
cuestiones, porque la historia de nuestro sastre-soldado es, a fin de cuentas,
el trasunto o imagen paradigmática de la propia sociedad alemana que toleró y
sufrió la monstruosidad del Tercer Reich. La violencia racionalmente planificada de los
nazis provoco en aquella generación unos traumas que se podrían resumir en tres
conceptos; complicidad, culpa y expiación. Unos traumas heredados por las
siguientes generaciones cuyas secuelas
aún pueden percibirse.
En fin, conviene que cada lector saque
sus propias conclusiones y por eso no insistiré más en el análisis ni en el
resumen del argumento. Sólo añadiré que el final, aunque sorprendente, es
totalmente lógico si se enfoca desde la perspectiva adecuada.
Estamos, en
mi opinión, ante una estupenda novela, breve, se lee con facilidad, tiene
intriga y es, como decía al principio, de las que hacen pensar.
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