Hemos
asistido, dentro de la programación del XVIII Festival de Otoño de Jaén,
a la representación de El Cascanueces,
una de las obras más populares en el repertorio de ballet clásico. En esta
ocasión ha repetido el Ballet
Nacional Ruso dirigido por Sergei Radchenko que ya nos deleitó
el pasado año con El Lago de los Cisnes. No comentaré nada sobre
aspectos generales de esta compañía porque ya lo hice en una anterior entrada.
La
música de este ballet, estructurado en dos actos, fue compuesta por Piotr I. Tchaikovsky y debe
señalarse que, antes del estreno, el
genial compositor ruso seleccionó ocho de los números que integraron la Suite
El cascanueces, op. 71ª para ser interpretada de forma independiente en concierto. Dichas
composiciones, entre las que destacan el Vals de las flores y las cuatro
danzas (española, árabe, china y rusa), han sido repetidamente
reproducidas en cine y televisión por lo que son muy conocidas. El ballet fue
estrenado en el teatro Mariinski de San Petersburgo en 1892, y cabe
señalar que en ese momento no tuvo demasiado éxito, pero en 1950 Walt Disney
seleccionó algunas de sus piezas para su película Fantasía y a partir de
entonces su popularidad creció de forma exponencial hasta ser hoy en día una de
las obras más representadas, principalmente en Navidad.
El
libreto fue escrito por Ivan Vsevolozhsky y el famoso coreógrafo Marius
Petipa y está basado en un cuento de hadas del alemán E.T.A Hoffmann
adaptado por Alejandro Dumas.
El argumento
se desarrolla a partir del primer acto que está ambientado en un hogar alemán a
principios del XVIII. En casa de los Stahlbaum comienza una fiesta en
torno al árbol navideño, rodeado de niños alborotadores que esperan sus
regalos. Aparece un misterioso personaje, Drosselmeyer, con aspecto de
mago, que distribuye regalos entre los niños. A Clara, su ahijada, le
regala un el muñeco Cascanueces, pero su hermano Fritz diputa con
ella por el mismo y lo rompe. Mientras Drosselmeyer lo repara, la niña se duerme y a partir de ese
momento se introduce en un mundo onírico de fantasía donde el Cascanueces interacciona
con otros personajes como la benéfica Hada del Azúcar o el malvado Rey
de los ratones.
En
su momento esta trama argumental fue criticada y se la calificó de alocada e
inconexa. Da la sensación que la fantasía del cuento es una mera excusa para
hilvanar toda una serie de cuadros escénicos y permitir el lucimiento de
coreógrafo y bailarines.
Para
centrarnos en la representación que nos ocupa. En esta ocasión, el coro de
niños del primer acto, que puede ser interpretado por adultos, lo fue por niños
reales que supongo alumnos incipientes de una escuela de la propia compañía. Su
actuación me pareció buena en baile e interpretación mímica, y en todo caso
meritoria dada la edad de los mismos. La escenografía y coreografía muy buena en la ambientación, y los coros y bailarines de las danzas bastante
notables dado su papel secundario. En cuanto a los primeros bailarines me
parecieron de menor nivel comparados con otros que he tenido ocasión de admirar
en otras representaciones de esta ballet, e incluso con los del pasado año en El
lago de los cisnes. Bien es cierto que en esta obra destaca más la mímica y
la interpretación coral que la actuación de los solistas. Baste decir que la prima
ballerina únicamente tiene oportunidad de lucimiento en un solo, dentro de
un pas de deux, tras el Vals de las flores, al final del segundo
acto, en la conocida como Danza del Hada del Azúcar. Como dato curioso destacar
que en ésta pieza musical, Tchaikovsky introduce la celesta, un
original instrumento musical de percusión, parecido al armonio, que
funciona mediante teclas que percuten en láminas metálicas. También conviene
destacar que, en la introducción y las primeras danzas del primer acto, el
autor romántico se esforzó por inspirar un cierto aire rococó barroco para
sugerir la época en que se ambienta el relato.
En
resumen, aún con los aspectos negativos de esta crítica, no demasiado
cualificada, mi opinión general es buena y disfrutamos de un espectáculo total
que por desgracia no es frecuente en nuestra ciudad.
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