Como viene
siendo habitual, la actual edición del Festival de Otoño de Jaén ha incluido en la
programación una ópera. No abundan las representaciones de este
tipo en nuestra ciudad, y es por eso que los aficionados agradecemos el anual
retorno de las mismas que asociamos ya con esta melancólica estación.
En esta
ocasión hemos asistido a una de las obras más representadas a nivel
internacional, la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi, que fue el
primer éxito del compositor romántico, la que inició su abundante
producción entre la que se cuentan los títulos más populares del repertorio lírico.
El
espectáculo fue una promoción de Concerlírica Internacional que, junto con Ópera 2001, suele organizar estas representaciones
itinerantes de temporada a nivel nacional, gracias a las cuales podemos disfrutar en
provincias de los títulos que sólo serían accesibles en los grandes teatros de
Madrid y Barcelona. La interpretación ha estado a cargo de la compañía Teatro
de la Ópera Nacional de Moldavia. No conozco los nombres de los cantantes
solistas y director de la orquesta por no disponer del programa de mano, que se
agotó precozmente por una masiva afluencia de público, según parece no prevista.
Nabucco
fue estrenada en 1842 en la Scala de Milán. El libreto es de Temístocle
Solera y está basado en una historia del Antiguo Testamento, la conquista
de Jerusalén por el rey Nabucodonosor II, la destrucción del primer templo y el
exilio del pueblo judío en Babilonia. No añadiré más datos a este breve resumen
de la ficha técnica. Tampoco detallaré la trama argumental, solo decir que
incluye una historia de amor, de celos y traición, en un entorno de intriga
política, mesianismo religioso y añoranza de la patria perdida; en fin los
ingrediente adecuados para una buena tragedia con tintes épicos.
En
cuanto a la distribución de voces, en esta ópera me ha sorprendido la ruptura
de un esquema que, en mi corta experiencia lírica, me parecía tradicional. Y es
que en esta ocasión los papeles principales no están reservados a la pareja soprano
y tenor sino a soprano y bajo,
quedando el tenor y otras voces relegadas a un segundo plano.
La
obra comienza con una obertura que compendia todas las melodías que se irán
desarrollando, incluida un esbozo del va, pensiero. En el plano
instrumental predomina claramente el metal sobre el resto de instrumentos, lo
que presta, a lo largo del desarrollo, un intenso dramatismo a la acción
teatral, aportando brillantez con un mínimo de recursos, dentro del papel
secundario reservado a la orquesta.
En Nabucco,
el coro adquiere máxima importancia y es un personaje más de la representación
ya que su actuación es casi continua. El coro de los esclavos que entona el va,
pensiero,sull’ali dorate, en la segunda escena del tercer acto, se ha
convertido en la pieza coral más famosa y popular, todo un paradigma de la
ópera. En la época de sus primeras representaciones, tuvo además un valor
político al convertirse en una especie de himno nacional, que simbolizaba el
ansia de independencia de los italianos del norte frente al dominio austriaco.
En
cuanto a los personajes, el más destacado es el de Abigaille (soprano)
que se muestra celosa y perversa al principio de la trama y se humaniza y
redime en su dramático final. Su tesitura es la más exigente de toda la representación
porque sus continuos diálogos con la
masa coral le obligan a sobrepasarla en volumen y efectos vocales. Se dice que
muchas sopranos se negaron a interpretar este papel por el esfuerzo agotador
que suponía. En nuestro caso la cantante estuvo magnífica, no solo por la
intensidad de sus agudos sino por una magistral ejecución del efecto técnico
conocido como messa di voce, que consiste en cantar una nota musical con
una dinámica de pianissimo para lentamente abrirla y hacerla más
poderosa hasta un forte y luego reducirla hasta pianissimo como
al principio.
El
segundo papel en importancia dramática y vocal es el Sumo Sacerdote Zaccaria
(bajo). También aquí Verdi se mostró más exigente de lo que es habitual
para esta tesitura. Su participación en arias es frecuente y a menudo tiene que
dominar al coro. Su voz grave es adecuada para representar esa nobleza y
solemnidad que requiere el personaje. Nuestro solista tuvo también una
actuación sobresaliente que fue reconocida por el público.
En
papeles secundarios también destacaron, pero a un menor nivel, la pareja de Fenena (mezzosoprano) e Ismaele.
Los críticos dicen que éste último es el tenor con menos protagonismo de todas
las óperas de Verdi, con una actuación mínima y sin un solo aria para lucirse.
En cuanto a Nabucco (barítono), el personaje que da título a la obra,
necesita, más que altura vocal, grandes dotes interpretativas que fueron
ampliamente satisfechas por el solista de turno.
En
fin, el Nabucco de Verdi que presenciamos fue estupendo. Un
espectáculo grandioso y equilibrado en instrumentación musical, sobresaliente
en coros y solistas, de gran fuerza dramática y brillante escenografía.
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