El comentario de hoy trata sobre uno de esos libros perdidos en los anaqueles de mi biblioteca, adquiridos sin mucho interés, casi por accidente. En ocasiones, alguno atrae mi atención, entonces limpio sus lomos de polvo y lo rescato del olvido con una mezcla de curiosidad y esperanza de encontrar una pequeña joya oculta, aunque ese milagro literario no siempre se manifiesta. Este libro en concreto pertenece a una edición de bolsillo y a una colección de libros que, con el sugerente cartel de “Literatura prohibida”, se vendió adjunto a un diario que ahora ha reducido su tirada a la edición digital.
Como indica el título, se trata de un conjunto de artículos de prensa, y también conferencias y alocuciones radiofónicas en torno a la cuestión judía. Un tema de antecedentes medievales, pero de candente actualidad en Alemania entre finales del XIX y primer tercio del XX. Creo que no fueron recopilados por el autor porque no figuran, como conjunto unitario, en la nómina de sus obras, aunque algunos artículos concretos fueron editados como ensayo.
Thomas Mann (1875-1955), Nobel de literatura en 1929, es uno de los clásicos alemanes contemporáneos. La fama le llegó pronto, con la novela Los Buddenbrook (1901), más tarde con La montaña mágica (1924) y La muerte en Venecia (1912). Esta última es la única que he leído de esa tríada de títulos, quizás sea también la más conocida gracias a su versión al cine por Luchino Visconti, con Dirk Bogarde en el papel del protagonista, Gustav von Aschenbach, de clara resonancia autobiográfica con el escritor.
Como simple lector no puedo ofrecer una opinión objetiva y crítica sobre la obra de Thomas Mann en su conjunto, menos aún habiendo leído solo una de sus novelas. No obstante, mi impresión, parcial, subjetiva y discutible, es la de un escritor que gusta del simbolismo, que imprime a su discurso un fuerte contenido filosófico, con cierta simpatía por lo decadente y aristocrático, que busca deliberadamente la estética del relato. Algunas de estas impresiones se han visto confirmadas en esta colección de artículos.
Si repasamos la biografía de Thomas
Mann, parece que su ideología política no fue demasiado coherente, lo cual,
en una época agitada de la historia alemana, le procuró no pocos problemas.
Nacido en una familia acaudalada, en su juventud mantuvo opiniones
conservadoras y nacionalistas hasta el punto de sumarse al entusiasmo
beligerante previo a la Gran Guerra y apoyar el esfuerzo bélico en varios ensayos.
Con posterioridad al conflicto adoptó la ideología liberal burguesa y mostró su
apoyo a la República de Weimar. Evolucionó desde el nacionalismo hacia el
internacionalismo europeísta y se opuso al nazismo desde sus comienzos en 1921.
Finalmente, exiliado en Estados Unidos, hizo amistad con Roosevelt y su
esposa y sostuvo una dura polémica con los intelectuales del exilio interior
alemán. A partir de la década de los 40, tras publicar varios escritos
calificados de izquierdistas, se hizo sospechoso durante la persecución
macartista y prefirió instalarse definitivamente en Suiza.
En cuanto a la cuestión judía, los artículos recogidos en esta colección muestran una evolución en la que algo debió de influir su matrimonio con Katia Pringsheim, hija de una familia de intelectuales y artistas de origen judío.
En los escritos de juventud se muestra neutral y rechaza que un escritor como su admirado Heinrich Heine, de origen judío, sea clasificado como tal; simplemente lo valora por su literatura en la que no aprecia un componente étnico particular. Con la autoridad que le presta su consagración literaria, rechaza tanto los guetos judíos como el sionismo militante de reivindicación territorial y propone una asimilación cultural no nacionalista sino europeísta. Repetidamente desmiente su origen judío y lo refiere a su familia política. Dice seguir siendo nacionalista, pero rechaza el componente antisemita del nacionalismo alemán. Sin declararse filo-semita, admira la sensibilidad del pueblo judío para la literatura y el arte en general. Más tarde denuncia la falsedad histórica del llamado “Protocolo de los sabios de Sión” que pretendía justificar el antisemitismo de su época (conjuración judeo-masónica).
Frente al nazismo muestra inicialmente
una postura neutra de paciente tolerancia, quizás para no perjudicar sus
intereses editoriales en Alemania. Pero tras el ascenso de los nazis al poder y
su exilio en Suiza adopta una actitud abiertamente antinazi y durante la guerra
denuncia con insistencia los horrores del holocausto y la complicidad del
pueblo alemán engañado por Hitler y sus secuaces.
Curiosamente, en la posguerra
inmediata, y en uno de sus últimos escritos, se muestra partidario de la
creación de un estado territorial para los judíos, ignorando los derechos del
pueblo palestino que sería desplazado. Se añade así al error histórico de Fray
Bartolomé de las Casas que, por apiadarse de los abusos sobre los indios,
promovió la esclavitud de los negros en América.
Como nota general, en los escritos y
alocuciones del escritor no se aportan ideas objetivas que analicen los
orígenes del antisemitismo ni propongan soluciones claras al mismo. Sus razones
son siempre subjetivas, aunque no incurren en el efectismo emotivo. Además,
muestra una clara tendencia a la autorreferencia y a la cita de sus obras, de
forma que los artículos comienzan por la defensa ante acusaciones personales y
la crítica al antisemitismo se difumina en gran parte de ellos.
Para terminar, un ensayo interesante
que comprenderemos mejor si repasamos de forma paralela la biografía del
escritor. En esa correlación entre el contexto histórico y las circunstancias
personales, es muy importante el hecho de que todos los artículos, conferencias
y alocuciones aparecen datadas al principio, y al final se ofrece una breve
reseña del medio de prensa para el que fueron escritos y el entorno que los
justificaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario