El placer de la lectura depende de los frutos que de ella pretendemos obtener, ya sea información, entretenimiento, cultura, afirmación de nuestros valores o puro gusto por la estética. Pero cuando no conseguimos penetrar en lo que un autor pretende transmitir, un libro puede convertirse en un reto para el lector. En ese reto confieso haber sido claramente derrotado en dos ocasiones y con novelas muy conocidas. Me refiero a los Versos satánicos (1998) de Salman Rushdie y el Ulises (1922) de James Joyce, considerada la novela más renombrada del siglo XX. En ambas ocasiones no pasé de la página 50, y, ante autores consagrados como estos, no dejo de sospechar que no estuve a la altura como lector.
Con la novela que hoy comento, propuesta
por mi club de lectura, la frustración ha sido menor. He conseguido terminarla
a pesar de no haber entendido “de la misa la mitad” como reza el
conocido modismo. También ésta es la obra de un autor reconocido
internacionalmente, con muchos premios literarios a su espalda e incluso
propuesto para el Nobel.
Norman Manea (1936) es rumano de origen judío.
Durante su infancia fue deportado a un campo de concentración por el régimen
fascista aliado de los nazis. En 1945 recibió a los comunistas como libertadores,
pero pronto se desencantó del estalinismo y comenzó a criticar al régimen en
sus escritos. Fue censurado y obligado a exiliarse a los Estados Unidos en
1986. Sus novelas son casi todas de ambiente rumano y tratan de la vida
cotidiana y el exilio. Si repasamos con detalle su biografía podemos sacar una
de las pocas conclusiones que permite esta novela: El protagonista principal,
entre una abrumadora multitud de personajes, tiene muchos rasgos
autobiográficos del escritor.
Cuando comencé la lectura de El
sobre negro (1986) y ante la dificultad de entender lo leído, pensé que se
trataba de una mala traducción del rumano al español. Impresión equivocada.
Después comprendí que no podía situarme en la ambientación y las coordenadas
temporales y espaciales del relato sin conocer, aún de forma somera, algo de la
historia rumana tan desconocida para muchos de nosotros. Segunda conclusión:
los rumanos han sido durante siglos un pueblo sin estado. Dominados por otras
naciones aprendieron a organizarse en asociaciones de mera supervivencia.
Nuestra narración se desarrolla entre dos fechas muy concretas y especialmente
opresivas. Entre 1940, época de la dictadura fascista y holocausto judío, y
1980 cuando el autócrata comunista Nicolae Ceaucescu impuso una económica autárquica que llevó al país al
hambre y la miseria.
La trama argumental, si es que la hay,
es tan confusa que requiere un esfuerzo muy difícil de mantener, incluso cuando
no es totalmente inútil. El narrador omnisciente del principio se desdibuja y da
paso a otras voces narrativas. Los personajes son muchos y se alternan sin
solución de continuidad en capítulos o partes que permitan seguir su
trayectoria. Se les cita unas veces por su nombre, otras por uno de sus dos
apellidos, también por el apodo, e incluso por un rasgo físico o la profesión.
Los flashback son continuos e indiscriminados entre presente y pasado.
Se intercalan cartas en el relato, y se mezclan elementos oníricos con escenas
en tiempo real sin que podamos discernir claramente entre ambas. Se dejan
frases inacabadas con puntos suspensivos. En su conjunto el relato es bastante
críptico, todo queda implícito y sobrentendido, y pienso que sólo un rumano con
la suficiente edad para haber vivido entre esos dos años antes señalados puede
acercarse con cierta complicidad a la historia. Quiero creer que esa ambigüedad
narrativa es intencionada y tendente a evitar la rígida censura que aún operaba
en el año de edición.
De la historia puedo entresacar que el
protagonista es Anatol Dominic Vancea Voinov, apodado Tolea,
un antiguo profesor expulsado de la docencia por un asunto poco claro con sus
alumnos, que sobrevive en un empleo de
recepcionista de hotel, e investiga el suicidio de su padre en 1940. Parece que
en su juventud estuvo ingresado en un psiquiátrico y sufre crisis psicóticas.
Para entender algo en esta novela hay
que renunciar a seguir cualquier tipo de trama, o definir claramente a los
personajes. Lo importante es comprender el ambiente que media entre la Rumanía fascista y la
dictadura comunista, y los distintos tipos
sociales que impone la supervivencia a toda costa: El judío convertido
en nazi al casarse con una alemana, exiliado finalmente en Argentina. El que
pierde toda su fortuna y se suicida antes de terminar en un campo de concentración.
El fascista reconvertido en comunista delator de antiguos fascistas o espía de
los desafectos al nuevo régimen. El periodista represaliado que sobrevive con
el estraperlo. El profesor que muestra su erudición en la recepción del hotel
mientras hace de alcahuete y prostituye a las rumanas. Nadie es totalmente
inocente y todos sobreviven como pueden.
Por supuesto hay muchos más pequeños matices a destacar, pero no son
importantes o quedaron velados para mí.
En fin, esto es lo poco que he sacado
en claro de una novela de lectura casi imposible. No la recomiendo en absoluto.
O solo a lectores obsesivos que estén dispuestos a aceptar el reto a riesgo de
enloquecer en el intento.
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