No hace mucho que los editores adoptaron como propio el anglicismo crossover, tomado de la música. Con ese término tratan de calificar un tipo de obras literarias transversales que, escritas para jóvenes interesan también a los adultos o viceversa. La novela que hoy comento puede encuadrarse en el primer supuesto, literatura juvenil, pero me temo que su atractivo queda algo mermado, al menos para un viejo lector como yo.
Se dice que los buenos escritores ha sido antes grandes lectores. Por eso es frecuente encontrar en sus obras inspiración en otros autores, bien sea en estilo o técnicas narrativas. Mattia Signorini (1980) es un escritor precoz al que supongo una importante experiencia lectora si he de juzgar por esta novela. Pero en su caso esas influencias no están matizadas por los años, no son sutiles sino demasiado explícitas, fáciles de detectar por lectores de cierta experiencia.
La sinfonía del tiempo breve (2010), fue escrita cuando el autor tenía algo menos de treinta años y de inmediato alcanzó un gran éxito editorial, gracias a su amenidad y a esa transversalidad que la hace atractiva para un amplio sector de lectores. Es la historia de Green Talbot que “nace en 1919 en Tranquillity, un pueblo donde el tiempo se estanca perezoso. Cansado de una vida hecha de certezas, Talbot se lanza a un viaje sin destino”. “Un libro mágico dedicado a todos aquellos que quieren vivir la vida con curiosidad. Una novela de aventuras, una alegoría, una metáfora de nuestro tiempo”. Hasta aquí algunos párrafos del resumen promocional que no pretenden arruinar la lectura.
Se trata de una fábula diseñada, al menos en su dos primeras partes, como una novela de aprendizaje y por tanto muy juvenil, aunque no parece tener una intención didáctica. En cuanto a las similitudes con obras anteriores señalaré principalmente dos. La primera es la novela iniciática Juan Salvador Gaviota (1970) de Richard Bach, otra fábula de gran éxito en mi juventud. Les une el ansia juvenil de libertad; la intención de superar lo establecido; el recurso a las aves humanizadas, en nuestro caso la gaviota Banyeseyro o el albatros Farinata; El ansia de volar, cargada de simbolismo; Pero sobre todo un cierto matiz existencialista en ambas, expresado ahora en frases como: “por cada cosa que escogemos perdemos muchas otras” o esta otra “el principio y el final de una historia no cuentan, tampoco el camino entre los dos puntos, lo que cuentan son las paradas”.
La segunda influencia clara es El principito (1943) de Antoine de Saint-Exupéry, ésta incluso reconocida por Signoriny. El paralelismo entre los surrealistas viajes de ambos protagonistas, teñidos de una aparente ingenuidad infantil que siempre se sobrepone al mal, a lo grotesco. En ambos viajes se intuyen ideas como el sentido de la vida, el valor de la amistad y de las relaciones humanas.
Los críticos, más empeñados que yo en buscar coincidencias, han encontrado algunas un poco más cuestionables. Por la aventura se ha comparado esta novela con las de Joseph Conrad, y por el surrealismo con las de Italo Calvino, pero en mi opinión ambos escritores son muy superiores en calidad literaria y en esos aspectos concretos. Se ha llegado al extremo de asimilar lo mágico de esta fábula con el realismo mágico, dos estilos que en absoluto son homologables.
Volviendo a la trama argumental, la vida de Green Talbot se dilata en los dos primeros tercios de la novela, y con cierta brusquedad el tiempo breve aparece en el último tramo, hasta la muerte del protagonista. La sensación es la de un narrador que lo enfoca con una cámara y de pronto recorta escenas cuando piensa que ya no queda nada interesante por decir.
No debe interpretarse todo lo anterior como una crítica negativa, solo es mi personal visión algo escéptica y repito, la propia de un viejo lector muy alejado de la juvenil capacidad de sorpresa.
En plan más objetivo, se trata de una novela corta de fácil y agradable lectura para jóvenes y mayores, de principio a fin. Mediante la fábula y el simbolismo explora aspectos muy importantes de nuestra vida. Merece la pena leerla.
A modo de postdata fuera de
contexto: la visión romántica y pacífica de las
gaviotas parece ya superada. Ahora sabemos que son grandes depredadoras, con
bastante tendencia a la carroña. Son gritonas y desagradables cuando te pasan
de cerca. Solo les veo un aspecto positivo, su ecológica tendencia a eliminar
palomas.
Hola,
ResponderEliminarNo lo conocía, pero parece bastante interesante.
Muchas gracias por compartirlo,
Un beso ♥