viernes, 26 de octubre de 2012

CAMPOS DE NÍJAR. Juan Goytisolo


Campos de Níjar (1954) es ante todo un libro de viajes, o con más precisión un cuaderno  de viaje, si bien contiene también algunos elementos propios de la narrativa, de forma que está entre el reportaje y la novela, más próximo al primero que a la segunda. Su autor fue el ahora octogenario Juan Goytisolo (1931) considerado el escritor más importante de la llamada generación del 50 o generación del medio siglo, formada por autores que vivieron su infancia en la guerra civil y comenzaron a publicar sus obras a partir de los años cincuenta y sesenta coincidiendo con una incipiente apertura del régimen que se nos impuso tras la misma. Con estos antecedentes se entiende que una de las características definitorias de este grupo fuera la denuncia de la miseria y de la injusticia, integrando un estilo o género que se ha calificado como neorrealismo o realismo social. Un buen ejemplo de lo dicho es esta obra  que el escritor elaboró  a partir de las notas tomadas durante un viaje por Andalucía, estas en concreto recopiladas y referidas a su paso por Almería. Escrita en un lenguaje sencillo y directo y sin embargo no exento de belleza con fragmentos y descripciones que evocan la prosa poética. Está narrada principalmente en primera persona pero con frecuencia  pasa a  la tercera persona sin motivo aparente por lo que desconozco si se debe a un intento de objetividad que impulsa al narrador a distanciarse, o bien atribuirlo a la relativa inexperiencia del escritor que por aquel entonces sólo tenía 23 años. En cualquier caso, las descripciones del paisaje son muy precisas en cuanto a los colores y tonalidades  del mismo, su textura mineral  con predominio de los tonos ocres en contraste con el azul marino de las costas, también en cuanto a la aridez  y avidez de agua de sus tierras  desoladas. Se citan las especies de la escasa flora autóctona y el relato abunda en términos específicos, muchos de ellos ya anacrónicos o  locales, de uso campesino sobre los sistemas de cultivo, riego, aperos de labranza, y edificaciones rurales. En fin, queda claro que el viajero quedó impresionado por este paisaje de fuertes contrastes sobre todo en la zona del cabo de Gata, anunciado de forma premonitoria el futuro éxito turístico de este parque natural. A medida que Goytisolo recorre las comarcas almerienses partiendo de la capital, toma contacto con distintos personajes, taxistas, peones campesinos, alfareros, terratenientes, viajantes, con los que dialoga o más bien deja que nos cuenten sus vivencias reproduciendo el acento andaluz de la zona con ánimo de veracidad exenta de toda intención de recurrir a un tipismo tópico y fácil.  Lo que ve el joven viajero catalán son  gente pobre e inculta pero honrada, servicial, hospitalaria, y con un especial sentido de la dignidad. Refleja también la desesperanza resignada ante la miseria y el  ansia de mejoría de unos pocos esperanzada en el paraíso de la emigración a Cataluña. Al principio de la narración el escritor nos cuenta todo esto en un tono que pretende ser distante y objetivo pero al final  queda abrumado por la tremenda injusticia del ambiente social que le rodea y toma partido, siente rabia y es evidente el tono de denuncia. Quizás  por esto y por su carácter testimonial, el libro fue silenciado durante largo tiempo hasta ser recuperado con la llegada de la democracia.
          Se trata en definitiva de un relato corto que se lee rápido y que constituye un estupendo retrato social de unas gentes y una época.  Con la perspectiva del tiempo se puede considerar un ejercicio de memoria histórica que nos sirve para contrastar aquella realidad de provincia deprimida y pobre  con su actual pujanza económica basada precisamente en la agricultura. Por cierto que en la narración aparecen ya los primeros intentos  de agricultura experimental que terminarían por hacer de Almería la que ahora llaman  huerta de Europa.            

viernes, 19 de octubre de 2012

LA CIVILIZACIÓN ROMANA. Pierre Grimal


Parece un hecho cierto que los españoles leemos poco y tengo la impresión que sobre historia aún menos. No me refiero  sólo a las obras consideradas como fuente histórica o a los ensayos de análisis histórico, más o menos destinados a los círculos académicos; incluso las obras meramente divulgativas parecen poco atractivas para el público lector. Y no creo que esto sea producto de una desafección hacia la historia porque entonces no se podría entender el éxito actual de la novela histórica. Creo que esta aparente paradoja se debe a varios factores y entre ellos no son de menor importancia las deficiencias de los sucesivos sistemas educativos que hemos padecido. Es verdad que ya no se enseña aquella historia de fechas y batallas solo apta para “memoriones”, propia del periodo pre-democrático, pero  no parece que la enseñanza actual haya mejorado la valoración de la asignatura que en gran medida sigue siendo considerada tediosa por los alumnos. Y es que la amenidad en la explicación y en el discurso textual es fundamental para despertar el interés tanto en el alumno como en el lector. Una forma de  amenizar  la historia es desde luego mezclarla con la ficción pero esto se hace a costa de desvirtuarla y falsearla. Se puede escribir historia amena y la obra que comento hoy es un clara ejemplo. 
          Pierre Grimal (1912-1996) fue un historiador y latinista francés enamorado de la civilización romana y su herencia cultural. Docente en varias universidades francesas dejó una importante producción literaria, generalmente ensayos históricos muy especializados destinados al ámbito académico, pero su entusiasmo por la cultura  romana  le motivó también a su divulgación y difusión entre el público en general y fruto de esa inquietud es este libro, “La civilización romana” (1999). Para empezar está escrita con un lenguaje sencillo y claro que renuncia voluntariamente  a las notas y citas bibliográficas a pie de página que, a menudo, desvían la atención del lector, sin renunciar por ello al rigor histórico y a la documentación que reúne al final del libro en una muy extensa bibliografía estructurada y organizada en múltiples apartados que cubren todos los aspectos de la historia y cultura romana. La estructura  de la obra  organizada en capítulos no es rígida sino que un mismo tema se toca en apartados diferentes resultando así flexible e informal descartando en apariencia una posible intención didáctica.
          El contenido del libro, después de un primer capítulo que repasa la evolución política de Roma, se puede resumir en el subtítulo del mismo, “vida, costumbres, leyes, artes”. Se analiza así la evolución política desde la monarquía, pasando por la república hasta el imperio; la estructura social (gens, patriciado, plebe); se profundiza en la religión con su carga primitiva de animismo y superstición, su formalismo al tiempo que tolerancia; el derecho y la constitución política como creaciones originales romanas; la organización militar y la evolución del ejército; la lengua y literatura; el problema de la tierra y la evolución hacia un sistema económico capitalista en el imperio; el urbanismo y las creaciones propias de la arquitectura; las costumbres y formas de ocio etc.  En todos estos aspectos  el autor se propone destacar  la originalidad del genio romano  y desmontar el tópico tradicional de Roma como heredera cultural de Grecia sin menospreciar, desde luego, la influencia del pensamiento y la filosofía griega. Su tesis, que expone a modo de conclusión final, es que el espíritu romano  basado en una serie de virtudes ciudadanas propias, produjo una civilización  original  que se enriqueció con los aportes del helenismo.  Sólo en el Bajo Imperio con lo que hoy llamaríamos globalización cultural y la influencia de las religiones foráneas, entre ellas el cristianismo, se abandonaron dichas  virtudes  propiamente romanas. Para Grimal el fin real de la civilización romana no se produjo con la caída del último emperador Rómulo Augústulo (476) sino con el Edicto de Milán de Constantino (313).
          A destacar por último el estupendo análisis etimológico de alguno términos que profundizan y aclaran el sentido de muchos conceptos. También me han llamado la atención algunas opiniones  aportadas por el autor, algunas de ellas quizás cuestionables como la referente al tratado del Ebro con los cartagineses al considerar que la frontera no traspasable era la del río Júcar por una confusión en el nombre de estos ríos, o el significado  de pontifex no como constructor de puentes sino constructor de caminos (religión, camino hacia los dioses). Es interesante también la división procesal  y jurídica entre las figuras del pretor y el iudex.
          En resumen, se trata de una importante obra de divulgación histórica, clara, profunda y amena al mismo tiempo, cualidades no siempre fáciles de aunar. Recomendable para todo aquel que quiera profundizar en los verdaderos orígenes de nuestra civilización occidental, deudora en tantos aspectos de la romana.  

jueves, 11 de octubre de 2012

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY. E.L. James


A menudo en las entradas he mostrado mi reticencia hacia los best seller, pero también mi opiniones sobre la elección de una lectura, que muchas veces está determinada por impulsos hasta cierto punto arbitrarios. Algo de esto último me ha ocurrido con la novela Cincuenta sombras de Grey, de la escritora británica Erika L. James, cuya campaña promocional ha llegado hasta la televisión.  Se ha dicho de ella que ha vendido más copias que la serie de Harry Potter, que es un claro ejemplo de marketing viral, es decir, de difusión boca a boca a través de las redes sociales. Se ha calificado de novela erótica que aborda el tema de las fantasías de sumisión y se destaca su gran éxito entre mujeres norteamericanas de mediana edad al tiempo que los psicólogos tratan de explicar su aceptación por un público mayoritariamente femenino en base a su edición inicial como libro electrónico (privacidad), o las teorías más peregrinas como el peso de la responsabilidad que supone la asunción del poder  por parte de las mujeres emancipadas,  y que la libertad podría ser para ellas una carga.  En fin, me parece absurdo entrar en esas cuestiones pero lo cierto es que el entorno mediático aportaba cierto morbo y me dejé arrastrar por la curiosidad. Ahora me arrepiento de mi elección, pero la lectura es como la propia vida, no siempre se elige bien.
          En mi opinión la obra es una mezcla de novela rosa o sentimental con novela erótica, y en ambos aspectos fracasa estrepitosamente. De la primera, mal llamada también novela romántica ( no confundir con el estilo literario), porque es una historia de amor que reproduce el  tradicional mito de Cenicienta y el príncipe, personificados en una joven e inexperta estudiante pobre que se enamora a primera vista de un rico empresario algo mayor que ella, enérgico, culto, de gustos refinados y algo perverso. Si la historia es de lo más convencional, en su desarrollo aparecen todos los tópicos posibles relacionados con el éxito considerado desde la óptica de la sociedad de consumo;ropa y coches de lujo, helicóptero y avión privado, deportes caros, mujeres accesibles etc. Como es natural, con estos condicionantes la chica queda deslumbrada por la personalidad del galán. 
          En cuanto al carácter erótico de la novela conviene destacar que el erotismo y el porno  son dos aspectos de la sensualidad y la sexualidad a menudo separados por una fina línea fácil de traspasar. El erotismo sugiere, oculta parcialmente y crea así expectación y tensión sensual, mientras que lo porno muestra claramente y apela al sexo. En  las artes audiovisuales es más fácil  distinguir  entre estas dos facetas, pero en literatura es ciertamente más difícil expresar mediante el lenguaje las sutilezas que diferencian ambos  aspectos o puntos de vista.  Desde luego  esta novela no consigue ser erótica. Las escenas de  sexo están narradas de forma demasiado explícita hasta el punto que algún crítico la ha calificado como “porno blando”. Además, el protagonista exhibe en la cama un lenguaje chulesco y crudo que pretende reforzar la impresión de dominación pero que en realidad resulta bastante vulgar.
Con todo  la obra podría ser aceptable y entretenida, aunque bastante previsible,  si no fuera  por  la calidad literaria que es francamente deplorable. El lenguaje abunda en frases hechas que se repiten con insistencia, del tipo de “se me eriza el vello” , “me tiemblan las piernas”“siento mariposas en el vientre”, también  en onomatopeyas como “¡Uau¡” y frases admirativas como ¡¡ menudo cochazo¡¡ y cosas por el estilo. La protagonista femenina narra la historia en primera persona  que en este caso no consigue una mayor proximidad del lector sino que pone de manifiesto lo pueril de los pensamientos de la misma. En los frecuentes monólogos interiores dialoga con su subconsciente  y con su propio deseo sexual a los que personifica. A este último  lo llama de forma cursi y repetitiva “la diosa que llevo dentro”. Los personajes se comunican y dialogan a menudo mediante email  carentes de interés  que parecen más bien un recurso  de la autora  para  rellenar páginas.
          La trama argumental recuerda en bastantes puntos al film  “Nueve semanas y media” (1986) de Adrian Lyne, pero ambas están a años luz de distancia. Esta si era una buena película erótica y la escena del striptease de Kim Basinger bailando una canción de Joe Cocker, ingenuo y sensual al mismo tiempo, es ya antológica en la historia del cine.
          En fin, no dejo de maravillarme del éxito de esta novela. Ante el mismo la autora declaró en su momento la intención, después cumplida, de ampliarla con otras dos que formaron una trilogía, pero ante el final de ésta que deja en suspenso la historia en una especie de “continuará”, resulta claro que la intención de editarla por entregas fue previa al éxito comercial.
          Yo por mi parte aplicaré el dicho de: “como muestra bien vale un botón”. Con este ya he tenido bastante y pienso ahorrarme los otros dos libros que forman la trilogía.

viernes, 5 de octubre de 2012

LÁZARO EN EL LABERINTO. Antonio Buero Vallejo


Respecto al teatro, entendido no como arte escénico sino como  género literario, siempre  tuve una duda y es  si merece la pena leer un texto esencialmente ligado a su representación sin la cual resulta incompleto. Planteada la cuestión como interrogante parecería tener a  priori una respuesta fácil ya que un libro resulta muy accesible en tanto que el teatro representado no lo es tanto. Opino que la respuesta debería ser doble, según la obra que consideremos. En el caso del teatro clásico, más o menos hasta Shakespeare y nuestros autores del Siglo de Oro, se da un predominio del texto sobre la escenificación, con largos monólogos que pretenden reflejar las ideas y las pasiones de los personajes junto a  frecuentes metáforas, alegorías, y alusiones mitológicas. En este tipo de teatro una lectura pausada nos puede ayudar a comprender mejor la riqueza en matices del texto que, a menudo, pueden quedar ocultas en la representación. Un caso extremo de este grupo son las tragedias de Séneca, de tal densidad conceptual en monólogos y diálogos que se dice de ellas que eran leídas en público pero nunca fueron representadas por su dificultad y sin embargo  forman parte importante de  la producción del filósofo estoico. En cuanto al teatro contemporáneo y actual, la cuestión es bien distinta. Frente a la interpretación declamatoria que enfatiza las emociones, propia del teatro clásico, se tiende ahora a una actuación natural, con diálogos sencillos  de frases cortas que el actor refuerza con técnicas corporales y el estudio de la psicología del personaje para recrearlo en la escena. Al mismo tiempo los avances  en escenificación  en cuanto a decorados, tramoya, iluminación, y sonido, complementan eficazmente  la actuación y nos sugieren  de forma intuitiva aspectos y matices no explícitos en unos textos que se han simplificado. Este segundo tipo de teatro es el que pierde mucho con la lectura y un buen ejemplo es la obra que comento hoy, “Lázaro en el laberinto”, tan abundante en acotaciones sobre decorado y efectos especiales de luz y sonido que suponen  más de la mitad del texto. Es aquí  donde la obra literaria se nos queda corta y echamos de menos la representación.
          Antonio Buero Vallejo (1916-2000) es probablemente el dramaturgo español más destacado del pasado siglo. Intelectual comprometido en su juventud con posiciones políticas republicanas, por ello  al terminar la guerra civil fue condenado a  pena de muerte aunque se le conmutó in extremis por la de cárcel. Cumplida  la misma no se exilió y obtuvo  su primer éxito teatral  en 1949 con “Historia de una escalera”. A partir de entonces  desarrolló una abundante producción en su mayor parte  durante la dictadura franquista. Sufrió el acoso de la censura que prohibió varias de sus obras  y quizás por esto escondió  en las mismas la crítica social y política  tras una  cortina de simbolismos y toda clase de sutilezas. Uno de sus recursos fue el drama histórico que le aportaba modelos y contextos históricos llenos de significaciones y fácilmente extrapolables al presente de aquella época. Recuerdo en particular  uno de estos dramas, “El sueño de la razón”, ambientada en 1823 durante el terror represivo decretado por Fernando VII contra los liberales. Asistí a la representación de esta obra en mi ciudad a finales de los 60 y aún recuerdo los  acalorados y emotivos  aplausos del público que percibía claramente el paralelismo y alusión velada a los excesos de la dictadura.
          Buero Vallejo trata en sus obras los dramas sociales y éticos que afectan al individuo y sus personajes son con frecuencia seres  angustiados por sus limitaciones y carencias. En  Lázaro en el laberinto el personaje central  está  atormentado por los remordimientos relativos a un hecho dramático de su pasado y esto da pie para reflexionar sobre la hipocresía, el dolor y  la alteración de la memoria como forma de soslayarlo. El tema central  es la verdad, el miedo a la misma y la necesidad de que ésta prevalezca  como forma de redención final. 
          En resumen,  una obra teatral a cuya representación asistiría con gusto pero de menor interés como lectura por las razones mencionadas al comienzo. Fue estrenada en Madrid el  18 de diciembre de 1986.

miércoles, 29 de agosto de 2012

EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS. Dino Buzzati

    Dino Buzzati (1906-1972), periodista y escritor italiano, entró en la historia de la literatura con esta novela considerada como su obra maestra entre las pocas que constituyen su producción literaria, escrita en su mayor parte durante la primera mitad del siglo XX. Los estudiosos de la misma han destacado su inspiración en corrientes filosóficas y literarias como el existencialismo y el surrealismo, además de la influencia decisiva de Kafka. Sobre esto último poco puedo opinar, apenas conozco la obra del autor checo, pero sí encuentro coincidencias con su novela El proceso. En ambos casos se destacan la los absurdos de la burocracia.

    El desierto de los tártaros (1940) es en mi opinión una fábula existencialista. La trama narrativa es en realidad bastante simple. Un narrador omnisciente cuenta en tercera persona la vida del teniente Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza frente a un desierto.  También sus sueños y el anhelo de gloria que un improbable ataque de los tártaros le pudiera propiciar, una especie de destino heroico al que consagra su vida.

    La acción se sitúa en una época y lugar imprecisos, aunque los datos que se aportan (transporte a caballo, lámparas de petróleo) sugieren el siglo XIX y otros datos recuerdan mucho al imperio austro-húngaro. Hay que recordar que Dino Buzzati era milanés.

    No conviene profundizar en los avatares de la historia, pero sí destacar lo que el lector comprende conforme avanza en la lectura; que toda la narración es una alegoría en la que los lugares, principalmente la fortaleza, el desierto, y los personajes, tienen una segunda lectura simbólica. En ocasiones la analogía y el símbolo es claramente manifiesto y en otras muchas puede ser objeto de diversas interpretaciones, y creo que es precisamente esta posibilidad de lecturas múltiples la que ha favorecido el éxito de la novela.  Para empezar, se ha supuesto que la historia es una crítica velada al militarismo fascista ya que fue escrita en 1940 justo cuando Mussolini envió al ejército italiano al desierto africano a ocupar Abisinia, en una guerra colonial en la que Buzzati fue reportero. Aunque no se puede rechazar esta suposición, la carga alegórica va mucho más allá, al terreno de las vivencias, y podemos destacar aspectos como el inexorable paso del tiempo, la angustia vital y la soledad esencial del ser humano,  la existencia que nos cambia y conforma nuestro destino y no al contrario, la rueda de la vida o ciclo vital que se repite, el tiempo concebido como presente continuo, el ansia de libertad contrapuesta a la cobardía que nos hace acogernos a la seguridad, la imposibilidad de retorno al pasado, etc.

    Por otra parte, la novela tiene también un cierto componente surrealista que se manifiesta claramente en los sueños del protagonista igualmente cargados de simbolismo. La descripción de paisajes misteriosos, de ruinas, de brumas y de visiones irreales impregnan el relato de un cierto tono gótico que lo aproxima a criterios propios del romanticismo. En el desenlace, el protagonista se redime a sí mismo con un cierto tono épico, aceptando lo inevitable en una actitud muy próxima a la ataraxia de los antiguos estoicos.

    Para terminar, diré que esta lectura me ha provocado una cierta sensación de vacío y de desasosiego, pero al mismo tiempo no puedes dejar de leer porque te hace pensar y de alguna forma te incita a profundizar en las ideas filosóficas que trascienden lo puramente argumental.

    Se trata pues de una buena novela, pero difícil en cuanto que exige mucho del lector 



     

lunes, 20 de agosto de 2012

REBELIÓN EN LA GRANJA. George Orwell


Parece claro que  la experiencia  vital del escritor  siempre influye de alguna forma en su producción literaria. El espíritu viajero de Jack London  o Joseph Conrad, por  citar algunos  ejemplos, quedó plasmado en  sus novelas de aventuras. Pero si hay un escritor en el que tal supuesto  se cumple con exactitud ese es George Orwell (1903-1950), un hombre profundamente  marcado por sus vivencias personales. En su juventud militó en la policía imperial india lo que le hizo desarrollar un fuerte sentimiento anticolonial que expresó en su novela  “Los días de Birmania”. Después sobrevivió haciendo trabajos variados rozando en ocasiones la indigencia, lo cual recuerda en su novela  “Sin blanca en París y Londres”. El contacto con las clases sociales más desfavorecidas  lo reflejó en su obra “El camino a Wigan Pier” y su compromiso con la justicia social lo llevó a  posiciones políticas de izquierda y a alistarse voluntario  para luchar como miliciano en la guerra civil española, experiencia que plasmó en “Homenaje a Cataluña”. Durante la  Segunda Guerra Mundial  trabajó como periodista y pudo comprobar los excesos del nazismo pero también se le hicieron patentes los abusos del estalinismo. Fruto de su aversión hacia los totalitarismos fueron sus dos mejores novelas, “1984”  y ésta que comentamos hoy, ambas convertidas en auténticos clásicos de la literatura moderna.
          Rebelión en la granja (1945) es una novela corta que fue concebida por el autor como una fábula satírica contra el estalinismo. Cuenta la historia  de los animales de una granja que se rebelan contra sus dueños y establecen un sistema de convivencia que termina degenerando en una nueva tiranía. Para los que conocen la historia es fácil identificar  en cada uno  de los animales el correspondiente  personaje histórico o grupo social del periodo en que Stalin dominó el régimen comunista en la Unión Soviética. Pero la novela tiene una segunda lectura  que trasciende la crítica  del estalinismo para profundizar en la corrupción que a todos los niveles engendra el poder político, que a falta de control tiende hacia el totalitarismo. En esta segunda lectura el mensaje es claro y puede ser captado por cualquiera con independencia de sus conocimientos históricos, por tal motivo la novela ha sido utilizada a menudo como herramienta educativa para  escolares en asignaturas de  formación democrática  ya que su lenguaje además es sencillo y bastante asequible.
          George Orwell fue siempre un escritor políticamente incorrecto. Ahora sabemos que durante años fue vigilado  por la policía inglesa por su militancia izquierdista y que, justo cuando terminó  “Rebelión en la granja” la novela tuvo problemas para encontrar editor porque en 1945, a finales de la guerra mundial, la URSS era aliada  de Gran Bretaña  y la fábula era tan clara en sus alusiones que podía ofender a Stalin. Lo cierto es que el escritor y periodista británico, además de inoportuno y molesto para el poder político en aquellos años, es reconocido hoy como ejemplo de intelectual comprometido  con sus ideales.
          En cuanto a la novela, mejor que comentarla es leerla directamente. Es de fácil  y breve lectura, nos  hará pensar  y nos divertirá  al  mismo tiempo. 

lunes, 13 de agosto de 2012

UNA MISMA NOCHE. Leopoldo Brizuela


El joven escritor argentino Leopoldo Brizuela ha ganado el premio Alfaguara 2012 con esta novela que ha sido definida por la crítica de promoción como un “thriller existencialista” intentando quizás llamar la atención de un público adicto a este tipo de literatura de suspense; una calificación con la que no estoy de acuerdo en absoluto. Porque es cierto  que  la historia  comienza con un hecho inquietante, un robo  en casa de los vecinos del protagonista, que  parece contar con una cierta complicidad de la policía, y le hace evocar otro allanamiento policial de esa misma casa ocurrido treinta años antes, en 1976 durante la dictadura militar argentina. También es verdad que la trama se intenta presentar como una investigación del pasado y que se van desvelando sucesivamente elementos del mismo pero, en mi opinión, carece de la necesaria tensión dramática  capaz de mantener en vilo al lector y en suma generar verdadero suspense.
           La novela tiene para mí otros valores.  No es un relato sobre  la violencia  estatal  y los excesos de la dictadura argentina, como puede parecer a primera vista. Se trata más bien de una indagación sobre la memoria individual y colectiva, de cómo el miedo y la culpa pueden  alterarla  e inducir  a la confusión y  al olvido. El miedo común  a victimarios y víctimas que prefieren olvidar, que produce una especie de amnesia parcial que no distingue bien entre  verdad y recuerdo. Es también una estupenda reflexión sobre  la cobardía, la colaboración con el terror, el sentimiento de culpa y su expiación.
La trama argumental está dividida en dos tiempos, el pasado de 1976 y el presente de 2010, que se suceden y alternan en capítulos titulados con las letras del abecedario, terminando en la Z con un angustioso cuadro negro  que nos  hace evocar  el agujero  negro  de la memoria  y aquella frase final de Marlon Brando en  Apocalypse   Now, “¡ el horror…el horror¡”.  La historia va de menos a más a pesar de la escasa tensión que antes destacábamos. El narrador-protagonista, Leonardo Bazán, tiene notables similitudes  con el escritor, incluso  las iniciales de su nombre, por lo que, aunque éste lo niega en el epílogo, cabe suponer un marcado poso autobiográfico en una historia  narrada en primera persona  con la finalidad reconocida de utilizar la literatura como forma de  confesión y expiación de la culpa además de conjurar lo que el protagonista define como “miedo al miedo”. Entremezclada en la narración encontramos además  la descripción de cómo se gestó  la novela en la mente del escritor de forma paralela a la evocación del pasado, las notas, y la investigación. El título de las partes en que se divide la obra: novela, memoria, historia, sueño, parecen aludir a las distintas fases de esa  gestación.
          Una misma noche es en mi opinión una novela interesante  en base a los aspectos que se han destacado, siempre que no se pretenda hacerla pasar por lo que no es. No sé si por “existencial” se entiende la complejidad de  la existencia, o los conflictos íntimos del ser humano, pero  no creo que cumpla los criterios  que definen un thriller. Entre sus aspectos negativos, solo en cuanto al lector español, destacaré el abuso de términos argentinos, particularmente del lunfardo, la jerga local porteña. Nada insalvable actualmente  gracias a la ayuda de Internet

lunes, 6 de agosto de 2012

EL TEMBLOR DEL HÉROE. Álvaro Pombo


Álvaro Pombo es un autor consagrado y reconocido de nuestras letras, elegido en 2004 miembro de la Real Academia Española  ha  sido  galardonado con múltiples premios literarios, es además un personaje controvertido como político y activista por lo polémico de algunas de sus declaraciones en estos y otros ámbitos de su personalidad pública.  Controvertida y discutible es también su última novela, El temblor del héroe, ganadora del premio Nadal de este año 2012. Las opiniones sobre la misma oscilan entre aquellos que la califican como novela vanguardista e innovadora además de  una apuesta arriesgada, hasta los que la consideran una obra experimental, ambigua, confusa, y un proyecto fracasado no merecedor de tan prestigioso premio.
          Se trata  desde luego de una novela extraña  porque la ficción literaria está impregnada de un trasfondo filosófico y de un análisis psicológico de los personajes que por momentos le hacen parecer un ensayo. No he leído otros libros del autor pero me parece que estos componentes son frecuentes en su obra ya que él mismo  define su método  literario como psicología-ficción. El personaje principal es Román, un profesor universitario jubilado en plena decadencia, nostálgico de sus tiempos de enseñante, que ha establecido complejas relaciones  con dos de sus antiguos alumnos  a medio camino entre lo intelectual y lo sentimental, pero en realidad es indiferente a todo lo que le rodea. Un nuevo personaje, el joven Héctor entra en su vida. El viejo profesor siente curiosidad por su nuevo amigo que arrastra un drama personal en el cual  será incapaz de implicarse. Aunque toda la trama argumental gira en torno de Román, el auténtico héroe es Héctor, capaz de luchar y sacrificarse por lo que quiere, no en balde su nombre nos recuerda al héroe  homérico  con el que tiene un cierto paralelismo simbólico. Una historia relativamente simple es el terreno que da pie al autor para plantear y analizar algunos de  los grandes asuntos de las relaciones interpersonales; la traición, la cobardía, la insensibilidad ante el dolor ajeno, el sentimiento de culpa y arrepentimiento, el amor y la homosexualidad, en suma muchos de los  problemas  existenciales del ser humano. El escritor ha querido darle también un sentido simbólico a su narración cuando declara que “es una historia sobre la indiferencia y pasividad de los intelectuales hoy en día”.  También  le gusta decir que: “no escribe historias sino que las explica”, y esto se pone de manifiesto en la  técnica narrativa de la novela, original en cierta medida. La historia está contada en tercera persona por un narrador omnisciente que se identifica con el propio escritor, que está en un plano de superioridad casi olímpica desde el cual conoce los pensamientos y los sentimientos de los personajes, se atreve a analizarlos y opinar sobre los mismos y se los explica al lector  intentando establecer con él  una relación de complicidad. Hasta se permite la humorada de citarse a sí mismo en el relato. El lenguaje utilizado oscila entre lo culto, con sobreabundancia de citas filosóficas de Marcuse, Nietzsche, Barthes, Kierkegaard, entre otros muchos, hasta giros y términos de la actual jerga juvenil.
          Hasta aquí todo lo que de bueno puede decirse de esta novela.  En el lado negativo del balance hay que destacar  el exceso de reflexión y la falta de acción. Los conflictos de los personajes parecen más psicológicos que reales y de esta forma la historia fracasa en sostener un ritmo dramático ascendente capaz de mantener el interés del lector. Las abundantes citas en latín e inglés demuestran la gran erudición del autor pero en muchas ocasiones aportan poco al relato y no están justificadas. Ya se sabe que  cultura y pedantería están muchas veces separadas por una fina línea  y creo que en esta ocasión el límite se rebasa  con  frecuencia.
          En resumen, se trata de una novela ético-filosófica densa, bastante ambigua y algo pedante. Sólo el hecho de ser corta la salva del total aburrimiento del lector.  

lunes, 30 de julio de 2012

EL SÍNDROME E. Franck Thilliez


Con cierta frecuencia escuchamos quejas sobre la reducción de lectores en un mundo globalizado y dominado por los medios audiovisuales, y sin embargo la industria editorial no parece muy afectada, cada año se multiplican los bestseller y aparecen nuevos autores. Entre éstos hay una auténtica proliferación de escritores que no han tenido una formación básica en letras o en ciencias sociales, como era lo tradicional, sino más bien científico-técnica. Por lo general descubren tarde su vocación literaria e irrumpen en la producción con novelas de intriga y suspense (thriller dicen los angloparlantes), en las que lo importante no es la calidad literaria sino la acción trepidante, escritas con vocación de superventas y con intención de posterior versión cinematográfica. Este es el caso de Franck  Thilliez un ingeniero informático experto en nuevas tecnologías que  desde el 2004 viene publicando una novela por año, todas policiacas y de serie negra, con más o menos éxito, que conforman ya  una saga con dos protagonistas  de perfiles bien definidos; una es la policía de provincias Lucie Hennebelle, de complicada vida familiar, con dos hijas y varios fracasos sentimentales, y el otro Frank Sharko, un analista de la policía parisina, afectado por una pasada tragedia familiar y de personalidad paranoica con brotes de esquizofrenia.
          El síndrome E (2010) es la primera de un par de novelas que el escritor francés ha dedicado a los episodios de violencia colectiva. Como las mejores obras de serie negra, ésta  atrapa al lector desde el comienzo. La trama argumental, narrada en tercera persona, se inicia con dos relatos distintos que terminan confluyendo en una única historia. De una parte  encontramos una película, un cortometraje de enigmático origen y tintes  sutilmente perversos, que provoca, mientras es visionada, la ceguera repentina de un personaje secundario. Por otra parte, se descubren  enterrados unos cadáveres a los que se han amputado las manos y  extraído los dientes para impedir su identificación. Las correspondientes investigaciones terminan relacionándose y relacionando a los dos personajes principales antes mencionados que para desentrañar  el misterio tienen que viajar a lugares tan dispares como Canadá y Egipto. La estructura  narrativa  se desarrolla como un mosaico o rompecabezas donde los interrogantes se van aclarando de forma sucesiva para dar paso a otros nuevos que hay que  analizar y contestar. Es esta concatenación de sucesos lo que  mantiene  la atención del lector mientras la acción se desarrolla de forma lineal, rápida e intensa, y llegamos al final inesperado, otra de las condiciones esenciales de una buena novela de este tipo. En esta, cuando todo se ha aclarado y tenemos una conclusión satisfactoria, el escritor aún nos reserva una sorpresa final en las últimas líneas. El lenguaje del relato es sencillo, directo y sin pretensiones de calidad. La portada escogida es muy representativa de todo lo que hay en la historia de inquietante, perverso, y misterioso. Aunque los hechos investigados pertenecen al pasado, una breve alusión al presidente Sarkozy sitúa la acción en la actualidad más reciente. También hay que destacar  en el autor una cierta sensibilidad hacia los problemas sociales, sobre todo cuando describe la pobreza y dignidad de los habitantes en los barrios marginales del Cairo, o  el lóbrego ambiente de los orfanatos canadienses en los años 50.
          Se trata en definitiva de una buena  novela  en el marco  del estándar de calidad  esperable y deseable en la novela negra. Conectando con lo dicho al principio, pienso que actualmente son los lectores de esta literatura de entretenimiento, sin preocupaciones estilísticas, los que alimentan las listas de superventas. No sé  si  el hábito de la lectura está en retroceso, pero sí parece cierto que el lector en general no es demasiado sensible a motivaciones ni condicionantes culturales, estéticos, o formativos. Más bien entiendo que cuando escoge una lectura sólo busca  pura evasión. 

lunes, 23 de julio de 2012

CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPAÑA. Manuel Azaña


No pretendo en este comentario glosar la notable figura política de Manuel Azaña Díaz (1880-1940) porque al hacerlo rebasaría la finalidad y los límites, no declarados pero sí implícitos, fijados en la evolución y el conjunto de las entradas de este blog. Y aún así  resulta francamente difícil  separar en el personaje las facetas política y literaria ya que su obra, no muy abundante pero de gran calidad, está compuesta en su mayor parte por ensayos, diarios, o memorias autobiográficas en los que expresa sus ideas sobre el Estado y su visión de España en la década de los 30. En otro sentido, la enorme y decisiva dimensión política de este auténtico estadista, quizás el único de nuestra reciente historia, ha sepultado y relegado, entre la admiración y la difamación, su importante faceta como escritor. No obstante sus ensayos, escritos en una prosa elegante, culta, y trascendida de oratoria, son fundamentales para comprender y asimilar un periodo convulso de nuestro pasado, el devenir de la Segunda República española  y su epílogo sangriento.
          El presente libro, “Causas de la guerra de España” es una colección de once artículos de prensa publicados en Francia durante los casi dos años de exilio que transcurrieron hasta su muerte en Montauban el año  1940. El primero de ellos, que da título al libro, es un detallado análisis de las causas de la guerra, lo que equivale a decir, del fracaso de la República; los fuertes contrastes sociales de España, las fuerzas políticas opuestas y disgregadoras, la discordia entre las clases sociales, la cuestión catalana, la necesidad de reformas radicales como la agraria etc. En los siguientes artículos o ensayos se estudian otros muchos aspectos de la guerra civil tales como la intervención de ejércitos extranjeros, la política de no intervención, el papel de  la Sociedad de Naciones, la revolución abortada, la organización del ejército republicano, entre otros.
          Lo sorprendente  en este conjunto de artículos  no es qué dicen  sino quien y cuando lo dice. Me explicaré mejor si digo que cualquier historiador actual, con la perspectiva del tiempo pasado y los abundantes testimonios y fuentes, hubiera podido  analizar este periodo histórico con un  máximo de objetividad y rigor. Lo inusual es que un político tan profundamente implicado en los hechos como Azaña, hundido emocionalmente por el fracaso de sus ideales, recién terminada la guerra y en la amargura del exilio, fuera capaz de reflexionar  de forma tan lúcida y objetiva sobre los mismos.  No encontraremos en estos artículos  ni odio, ni reproches, ni afán revanchista hacia los enemigos de la República. En  todo momento hace gala de moderación, objetividad y neutralidad, la de un político obsesionado por una utopía irrealizable en aquellos tiempos, a saber, un régimen democrático formado por ciudadanos, no por súbditos, plenamente conscientes de sus derechos y deberes, que tienda a la justicia social y asegure el bienestar de los mismos. Como intelectual y auténtico filósofo de la política no oculta la responsabilidad de los políticos republicanos al tiempo que está presto a reconocer sus propios errores. Tampoco oculta un cierto grado de amargura que pienso en relación a lo que yo llamo el síndrome de Casandra porque, igual que la sacerdotisa  troyana que profetizaba desgracias y no era escuchada, Azaña con su  clarividencia  y capacidad de análisis  presintió  el fracaso de la República y el desastroso final de la guerra pero sus  recomendaciones al respecto no fueron escuchadas por unos  políticos  eufóricos, frívolos, enardecidos por la revolución, que a principios de la guerra creyeron que  ésta sería corta y el alzamiento militar sería aplastado con prontitud.
          En cuanto al estilo literario  de estos  escritos  es sencillo  al tiempo que culto, de un clasicismo castellano que recuerda a los escritores conceptistas de nuestro siglo de oro, capaz de expresar  conceptos políticos  con claridad y brevedad. Se le puede reprochar un cierto abuso de términos franceses y de galicismos quizás influenciado por la publicación en la prensa francesa. No me extenderé más, salvo para recomendar la lectura de este breve libro a los que quieran comprender mejor nuestra historia reciente.  Para terminar  recordaré una anécdota histórica. Manuel Azaña murió en Montauban el 3 de noviembre de 1940. El régimen colaboracionista francés del mariscal Pétain le negó el entierro con honores de  Jefe de Estado y prohibió que su féretro fuera cubierto con la bandera republicana. El embajador de México, presente en mismo, dijo en un discurso dirigiéndose al prefecto francés: “Lo cubrirá con orgullo la bandera de México. Para nosotros será un privilegio, para los republicanos una esperanza, y para ustedes, una dolorosa lección”