En los últimos años el cómic español ha mostrado cierta
tendencia a rememorar la Guerra Civil y
sus consecuencias, en lo que parece el compromiso de la narrativa gráfica con
la memoria histórica y su particular contribución al esfuerzo de recordar
nuestro pasado. Se pueden citar una decena de títulos que ilustran esta nueva
orientación y en lo que atañe al autor que nos ocupa, el historietista valenciano Paco Roca (1969), esta es la
tercera de sus novelas gráficas que aborda el tema.
Los
surcos del azar
(2013) ha cosechado ya hasta cuatro premios desde su reciente edición. Su
título cita unos versos de Antonio Machado en su obra Campos de Castilla: ¿Para
qué llamar caminos a los surcos del
azar?, y alude a los distintos caminos que tomaron los republicanos al
final de la guerra. Es también un homenaje al escritor que mejor representó el
sentimiento de los exiliados; la tristeza y el cansancio tras la derrota, las
ilusiones frustradas y el hogar perdido. En esta ocasión los protagonistas son
aquellos que iniciaron su exilio tras una dramática huida del asediado puerto de Alicante en 1939, se
refugiaron en la Argelia francesa donde trabajaron, casi como esclavos en la
construcción del ferrocarril transahariano, y terminaron alistados en ejército
francés que combatió a Rommel en la
campaña de Túnez. Desde allí pasaron a Inglaterra, desembarcaron en Normandía,
y liberaron París de la ocupación alemana. La narración se centra en un grupo
de esos exiliados españoles que lucharon en la Nueve, una compañía integrada en la segunda división blindada del
general Leclerc, que en la noche
del 24 de agosto de 1944 entraron en
París montados en carros de combate con nombres como Madrid, Guadalajara, Ebro o Guernica, y dos días más tarde encabezaron, junto a De
Gaulle, el desfile de la victoria en los Campos Elíseos. Una historia y una
contribución después olvidada y tan solo reconocida por el gobierno francés en
1998. La de unos españoles, luchadores antifascistas, que ganaron batallas pero
volvieron a perder la guerra cuando las potencias aliadas vencedoras en la
Segunda Guerra Mundial terminaron reconociendo al régimen de Franco.
Paco Roca conoció, en París y en 2008,
esta sorprendente historia de boca de varios de los supervivientes. A
continuación inició un largo proceso de documentación que duró varios años antes de
dibujar esta aventura gráfica. El autor, en alguna entrevista, ha
reconocido que estuvo tentado de utilizar un tono épico tipo Hazañas bélicas, pero terminó por elegir un formato parecido al documental
y, para aproximarla al lector y darle un tono más emotivo, optó por
introducirse a sí mismo en el relato como personaje. Con este fin adoptó la
estructura narrativa conocida como discurso
testimonio o novela reportaje,
dividida en dos planos temporales. En el primero de ellos, localizado en la actualidad, el
historietista entrevista a Miguel Ruiz, un miembro real de aquella
división que desapareció en una misión de comando, convertido en esta ficción en un anciano octogenario, solitario y desabrido, que nos cuenta su personal visión de los hechos. El segundo y
principal es la historia en sí misma que se desarrolla entre 1939 y 19945. Los
saltos temporales son continuos pero ambos planos argumentales están muy bien diferenciados
gráficamente. En el relato bélico, el dibujo es en color, muy detallado y bien
sombreado, con un estilo que recuerda vagamente a Las aventuras de Tintín del belga Hergé, un dibujante que Paco
Roca reconoce como inspirador de sus comienzos en el cómic. Para el plano
de la actualidad se ha reservado el blanco y negro, con predominio de fondos
blancos y ligeros sombreados sepia, que mantiene el mismo estilo pero con un
dibujo de trazo más esquemático y sobrio. Se trata así de enfocar directamente
el relato del pasado sin olvidar por ello el lado humano de los protagonistas y
su evolución personal posterior. En las escenas de guerra se renuncia al fácil efectismo violento, tipo gore, y está más centrado en las emociones de los personajes. Se pretende mostrar la
visión subjetiva de la guerra que tiene el soldado, ajeno a estrategias y
tácticas militares, que se centra en la misiones concretas y en ellas nos
muestra su miedo ante el peligro, también la incertidumbre que provocan las
confusas noticias del frente, la euforia de la victoria y el posterior desánimo por las expectativas
malogradas.
Para
terminar, pienso que relatos gráficos como éste demuestran que se puede conjugar perfectamente el rigor
histórico con la amenidad del cómic sin que la aparente trivialidad del formato
menoscabe la veracidad y la finalidad última, en este caso la recuperación de
nuestro pasado.
Excelente reseña. Lo anoto en mis libros pendientes de lectura.
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