La
personalidad de Elisabeth de Wittelsbach (1854-98), duquesa de
Baviera, más tarde emperatriz de Austria y reina de Hungría, Bohemia y una
larga serie de títulos, ha fascinado por igual a historiadores y literatos. Es
más conocida por su apodo de Sissi gracias a Ernst Marischka que
dirigió en la década de los 50 tres películas sobre ella. Por causa de esa
trilogía, muy popular en su época, su figura quedó unida a Romy Schneider,
tanto que la actriz quedó encasillada en el personaje. Por otra parte, es
curioso encontrar ciertas similitudes en la biografía de ambas, sobre todo en cuanto a sus pérdidas familiares y trágico final. En fin, el cine abusó
de la imagen romántica de Sissi, en su significado más sentimental,
rayano en la ñoña sensiblería.
Si nos
ceñimos al rigor histórico, son multitud los estudios sobre la emperatriz. Por
ellos conocemos que fue una mujer bella, inteligente y culta. Años después de
su matrimonio con el emperador Francisco José se le reconoce una
decisiva influencia política en la formación de la monarquía dual de
Austria-Hungría, gracias a la simpatía mutua entre la reina y sus súbditos
húngaros. Conocemos también las desgracias familiares que sufrió, entre otras
la muerte de Sofía, la primera hija, y el suicidio del heredero al
trono, su hijo Rodolfo. Finalmente el asesinato a manos del anarquista
italiano Luigi Lucheni.
La vida
pública de Elisabeth, y algunos aspectos de la privada, están muy documentados.
Disponemos de muchos retratos fotográficos y pictóricos y podemos seguir el
rastro de sus viajes. Sabemos de su obsesión por mantener intacta la belleza,
la afición por la naturaleza, el ejercicio físico, los perros y la equitación.
Todo ese cúmulo de información la convierten de alguna forma en el primer
personaje mediático de la realeza europea contemporánea. Por todo ello no
resulta extraño que la literatura haya fijado su atención sobre Sissi y
que abunden las biografías más o menos noveladas en torno a su figura. Pienso
que el atractivo de esta mujer radica en una vida romántica en el sentido más
literario del término. Un carácter contradictorio, una vida agobiada por dramas
personales y familiares y un trágico fin, en suma, todos los ingredientes que
definen al perfecto personaje romántico. Cuanto más se estudia a la emperatriz
o se intenta penetrar en su pensamiento o sentimientos reales, más nos alejamos
de la realidad y nos acercamos al mito. ¿Fue una rebelde o simplemente
inadaptada al papel que le tocó interpretar?, ¿progresista en lo político,
adelantada a su tiempo, o solo conformista con un papel patriarcal y
moderado de la monarquía austro-húngara?, ¿su melancolía era fruto de la
insatisfacción y las desgracias, o la evolución natural de una enfermedad mental
con antecedentes familiares?. La respuesta a estas y otras muchas
contradicciones e interrogantes no es fácil, posiblemente fue todo eso y mucho
más, o quizás menos. En la dificultad de penetrar la auténtica piscología del
personaje, a pesar de la abundancia de datos biográficos, radica su mayor
atractivo literario.
Esta es la segunda novela que leo
sobre Sissi. La primera fue Vals negro (1994) de la escritora
catalana Ana María Moix. Aunque las
comparaciones siempre son subjetivas me atrevo a señalar algunas diferencias
sobre la que hoy nos ocupa. En ambas se intenta desmitificar y humanizar al
personaje, alejándolo de la imagen simplista y dulzona que en su tiempo ofreció
el cine. Vals negro es más depurada
en cuanto estilo literario y lenguaje poético, quizás menos compasiva al
destacar o justificar las contradicciones de la protagonista.
Elisabeth
de Austria- Hungría (1993) se editó un año antes que la anterior. Es una de
las primeras novelas de Ángeles Caso, por el contrario,
aquella fue una obra de madurez, pero ambas en la misma línea en cuanto a
fidelidad a las fuentes históricas. En nuestro caso, la escritora asturiana
resulta más descriptiva y mantiene la cronología en la línea argumental. La
trama se desarrolla en una especie de diario personal con fechas y localización
de las entradas, lo que resalta el aspecto biográfico de la narración y permite
penetrar en los pensamientos y sentimientos de la protagonista, que alterna con
breves citas de los hechos históricos que se van desarrollando a lo largo de su
vida. Esa alternancia de historia y vivencias personales nos ofrece
una visión del deterioro psicológico de la protagonista que resulta paralelo al
ocaso del imperio austro-húngaro.
El lenguaje aquí es más sencillo y
asequible con menos recursos estilísticos lo cual facilita la lectura sin
demasiada merma en la calidad que debe exigirse a una novela histórica. El
único aspecto negativo a reseñar es la tentación sutil y ocasional de atribuir
al personaje reflexiones de corte feminista o ecológico, claramente anacrónicos
con la época pero muy efectistas en provocar la simpatía del lector actual.
En definitiva, se trata de una novela
amena que nos ayudará a comprender algo mejor a esta emperatriz privilegiada y
desgraciada a un tiempo, enamorada de la vida e infeliz. Todo un mito
romántico.
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