Lo he comentado en otras ocasiones, a veces una portada sugerente, trivial en apariencia, nos decide a elegir un libro entre otros muchos. No conocemos al autor ni hemos oído hablar de sus novelas, pero la ilustración de la cubierta delantera es un gancho que apela caprichosamente a nuestra particular sensibilidad. Después atendemos al breve resumen promocional y nos decidimos a leer. Así he descubierto muchos buenos escritores y también sufrido algún que otro desengaño. En esta ocasión la ilustración corresponde a un cuadro del pintor prerrafaelita John William Godward que se titula Drusila. No soy un gran admirador de este movimiento pictórico, pero su predilección por los temas del mundo grecolatino sintoniza bien con mi afición por la lectura de los clásicos antiguos y la novela histórica.
Theodor Kallifatides (1938) es un escritor con el corazón
dividido entre dos países. Nacido en Grecia, emigró a Suecia a los 25 años.
Allí se licenció en filosofía, fue profesor y se dedicó posteriormente a la
literatura. Cuenta ya con una considerable producción narrativa, además de
incursiones en poesía y guiones de cine. Ha escrito con igual maestría en su
idioma natal y en el adoptivo. En España lo han descubierto en la última
década, y se han traducido principalmente sus novelas escritas en griego, la de
hoy es una de ellas. Si hemos de atender a lo dicho en algunas entrevistas, el
autor se declara partidario de aquella socialdemocracia sueca actualmente casi periclitada.
En lo literario combina bien esa tendencia a la racionalidad tan propia de los
nórdicos, con una sensibilidad típica mediterránea.
Timandra (2022) Es una novela histórica con
algunos rasgos interesantes que la diferencia de otras muchas. En ésta no es el
protagonista, real o ficticio, el que cuenta su vida en unas memorias, tampoco
un narrador omnisciente en tercera persona con pretensiones de objetividad. Aquí
es la amante de Alcibíades, la que cuenta su vida al lado del héroe
ateniense. Una historia de amor no sujeto a convenciones sociales, de entrega
total y renuncia, pero también libre, de igual a igual. La ficción narrativa
convierte a Timandra en la auténtica protagonista y sus opiniones sobre
la sociedad de su tiempo son las de una hetera (compañera), una mujer independiente,
amante o prostituta, pero de una cultura y formación equiparable a los hombres y
no sujeta a la opresiva reclusión del gineceo, que sufrían las esposas en la
Grecia clásica.
Alcibíades y su trayectoria política es el telón
de fondo de esta ficción histórica construida en torno a dos protagonistas
reales. En cuanto al personaje histórico, dulcificado desde la óptica de su
amante, estamos ante una figura polémica. De familia aristocrática, culto y
refinado, discípulo de Sócrates, fue un genial orador solo superado en su
tiempo por Pericles. Político ambicioso y obsesionado con la gloria, fue
general y estratego con un papel destacado durante la segunda fase de la Guerra
del Peloponeso, es decir, desde la Paz de Nicias (421 a.C) hasta la derrota
total de Atenas en el 404 a.C. Su lealtad fue cambiante. Del bando ateniense se
pasó a los espartanos y de éstos a los persas. Naturalmente tildado de traidor a
su patria, en su defensa hay que aclarar que fue injustamente condenado al
exilio por los primeros, recelaron de él los segundos, y para los terceros
tenía ya escaso valor político. Cuando los atenienses vieron perdida la guerra
lo llamaron de nuevo, pero ya era demasiado tarde. Planificó con brillantez
estratégica la campaña de Sicilia, pero no fue responsable de la desastrosa
derrota posterior, tampoco de la penúltima derrota naval que llevó al
hundimiento final en Egospótamos. Los historiadores griegos de su tiempo y
posteriores lo trataron de forma desigual. Tucídides lo valora como militar,
pero es crítico con su ambición política y lo hace responsable de la derrota
final de Atenas. Plutarco, el más moralista, cuenta sus traiciones, Jenofonte
destaca sus servicios al estado y Demóstenes elogió su oratoria y su
defensa de la democracia. En fin, una personalidad controvertida cuya aventura
personal aparece en la trama argumental como episodios del pasado recordados
por Timandra desde el último refugio de los amantes en una casa de
Frigia. En ese exilio final llega el trágico desenlace, fiel a lo histórico,
que engrandece al conflictivo político para elevarlo a la altura de héroe
homérico.
Para terminar, una buena novela
histórica, perfecto retrato social y político de la brillante Atenas del siglo
V a.C, con sus luces y sombras. Y todo envuelto en una preciosa historia de
amor tan sensible y emotiva que trasciende a la propia narradora y diríase
escrita por una mujer.
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