Ésta fue la primera obra de Patrick Süskind (1949), escritor y guionista alemán muy de
moda en la década de los 80 gracias al éxito internacional de su novela El
perfume (1985), un bestseller traducido a 46 idiomas y versionado al
cine veinte años después por el director Tom Tykwer en un film que, en mi
opinión, desmerece bastante de aquella. En cuanto a la biografía del autor
tenemos pocos datos porque es poco propenso a las entrevistas, ha rechazado
varios premios y sus apariciones públicas son escasas. Su obra, no muy extensa,
es de una indiscutible calidad literaria. Süskind es de esos escritores
que no cansan, de los que apetece leer todo lo que lleve su firma porque, guste
más o menos, nunca nos deja indiferentes o insatisfechos.
Siempre creí que El contrabajo (1981) era una novela corta y estaba equivocado. Se
trata de un monólogo teatral con sus acotaciones e indicaciones escenográficas
correspondientes. El protagonista es un músico que vive con su contrabajo en
una habitación meticulosamente insonorizada.
Se dirige en un falso diálogo a un interlocutor inexistente y comienza
por hacer un apasionado elogio del instrumento que considera básico y
fundamental en la orquesta, antes incluso que el director. A medida que trascurre
el monólogo, y hace pausas para beber cerveza, se torna más locuaz y
desinhibido manifestando sus contradicciones internas. La relación con el
contrabajo es de amor y odio. En una identificación casi total lo considera su
vida, pero al mismo tiempo lo hace responsable de su aislamiento y de sus
frustraciones más íntimas, incluso de un amor imposible por la soprano Sarah.
Al final, en un desesperado intento de rebeldía, ensaya fórmulas para liberarse
del tiránico instrumento. Y aquí lo dejo para no malograr un desenlace que no
obstante intuimos.
En sus reflexiones el protagonista identifica la
música con la propia vida en un sentido incluso metafísico, como elemento
esencial del espíritu. Desde esa altura filosófica desciende a los infiernos
del alma humana y nos muestra sus contradicciones y vicios; celos,
resentimiento e insatisfacción. Todo el monólogo está entreverado con multitud
de digresiones; alusiones a la técnica musical, y opiniones sobre compositores
clásicos. Crítica del psicoanálisis ya en decadencia en los 80. Las relaciones
entre nazismo y música. Paralelismos jerárquicos entre orquesta y sociedad. Y
todo en un discurso irónico pero profundo, expresado en un lenguaje elegante y
con pocos artificios.
Cuando he acabado la lectura de El contrabajo,
me viene a la mente que este monólogo sería ideal para ser interpretado por Rafael
Álvarez El Brujo. Picado por la curiosidad me voy a la red, fuente
inagotable de información, y compruebo que, en efecto, ha formado parte del
repertorio teatral del actor.
Para terminar, una obra interesante. De corta
extensión, que se puede leer de un tirón. En esta ocasión Süskind
tampoco defrauda. Recomendable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario